mo
que no la regaño cuando se va de hurtadillas al amanecer, quiere que yo y su nueva madre estemos solos. «Simone Bonnet...», la desconocida que de un momento a otro llegó a nuestras vidas. A veces creo que tomé la
giné es que disfrutara de mi cercanía. Sé que lo hace, su respiración es lenta, los cabellos castaños descansan sobre mis hombros, y sus labios están a punto de tocar mi pecho. No he querido despertarla, no durmió en toda la noche, supongo
e horror. Se separa asustada, la respiración se le agita como si tuviera un ataque de pánico. Arregla su ropa con rapidez, no la entiendo, apenas si se le ven las manos y los tobillos con el pijama que trae. No puedo evit
e. De forma grácil y experimentada remueve lo que sea que tiene en la sartén, se ve que lo disfruta, y por el exquisito aroma debe estar delicioso. A Éline le brillan los ojos, está disfrutando de los huevos revueltos y el zumo de naranja, es extraño que no
ma medidas; a veces creo que me repudia. Al llegar el sábado apenas tengo tiempo para respirar, el día transcurre en reuniones con mis económicos y accionistas, la demanda de l
nta sola. «Me odio por no poder darle el tiempo que se merece». Al llegar voy directo al comedor donde deberían estar, sin embargo, e
e llegó! Justo estaba
ucedió,
entido mal desde esta tarde. Tiene fi
adie me había avisado?
no quiere tomar nada, quiere a su "mamá". La se
mi hija sola! ¡Lo único que tiene que hacer es cuidarla, para eso le pago! Salgo de la cocina y voy directo a las escaleras cuando siento la puerta cerrarse. Me detengo, escucho
de voz, intenta alejarse de mí pero la agarro del brazo
forcejea, pero lo único que l
imone, no es
tremo de la ciudad. Uno de los autobuses que tomo se av
cuerpo baja la tensión que mantenía-. Te contraté para que cuidaras de ella, pero parece que en un
go derecho a salir cuando quiera, no controlo el tránsito, y la enfermedad de la niña no es mi culpa, esta mañana estaba bie
sa que me causa su enfrentamiento. El médico llega minutos después, reconoce a Éline y le receta varios medicamentos, ti
-le susurra y
e haberla tratado así. La pequeña la adora, no puedo dejar de pensar que el mayor padecimiento de mi hija es su falta
dicina y luego te daré un baño de agua tibia para asus
para llevarla al cuarto de baño. No se molesta en cruzar ni una m
papeles del trabajo. No aguanto más y voy a buscarla, necesito disculparme. La
pregunto y ella f
mbre, así que l
opa, echaba los
a-. Es de pollo con hierbas aromáticas, perfecta para los ma
o vas a hacerla sentir p
-. ¡Pues no! No pienso consentir sus caprichos cómo tú. Deberías con
o criar a mi hija
o se te olvide que ahora Éline tiene a alguien más para cuidar de ella. Con
discutir otra vez con ella. Me cuesta creer que tendré que vivir con u
ro y suspiro cansado antes de ir a hacia la puerta principal. Abro, la fragancia dulce con
me regala una amplia sonrisa
es debido -pregunta despu
de besarla, sus labios saben a fresas,
ra en mi oído-. Es de tu última colección,
ujer a mi lado sigue el rumbo de mi mirada, sus ojos azules se topan con el objeto de mi distracción. Cruza los brazos
es ell
dre por contrato de Énile. Si
ferran a la bandeja que sostiene. La mujer junto a mí la repara
me gusta de ti, que siempre logras lo que quieres -s
a, mira en dirección a la
ma, ella asiente, pero no veo en su ro
o en estos momentos al presenciar la manera en la que Giséle se insinúa a mí. Me dan ganas de socorrerla y de echar a mi novia de aquí por mirarla de esa forma, como