ítu
mo
varias sonrisas para los dos hombres que la rodean. No sé porqué dentro de todas las personas que hay en este club mi a
e ver a la ordina
io con la intención de que olvidara lo sucedido, pero el hecho de que Simone esté aquí hace que su enojo se acen
conviene, recuerda que hay
e tu hija sea vista como una cualquiera, d
maginé que sería el tipo de mujer que cae tan fácil en la labia de un malnacido como Joseph Morel, todos conocen su estrategia, las seduce
las debidas presentaciones, como si no nos hubiéramos visto nunca, como si no fuera la madre por contrato de mi hija y no compartié
en bruto, acertó la pirámide olfativa del perfume que traigo. Podrí
choquen con los míos, que note que lo que pienso de ella, junto a la palabrería de este tipo, son puras patrañas. Además, me of
rlo -digo, me da curiosidad hast
y juguemos -la sonrisa pícara d
quiere Simone d
mos a adivinar el perfume del otro, quien acierte pue
lrededor como si buscara a a
regunta haciendo que Cha
go, ella por fin me mira-. Si lo h
a, conozco a las de su tipo, las que le siguen el juego a hombres como Joseph no valen más que las migajas que ellos mismos ofrecen. Quiero acercármele y preguntarle
dorso de su mano. El otro fue directo a Gísele, adivinó uno de los componentes de su perfume por lo que esta le permitió que besara su hombro. Cuando llega el turno de Simone, juro que puedo oler s
mí? -pregunta Cha
.. N
boca, deja un beso escurridizo en ella. Algo dentro de mí arde, amenaza con explotar, no entiendo la razón, o más bien, no quier
-digo y me
mandíbula, ella se echa hacia atrás, quiere huir, pero no la dejo. Mi nariz roza su piel, saboreo el aroma de toda el área, d
mín; es bastante común y barata; ya veo porqué no fuiste
or dulce impacta en mis papilas, «deliciosa, jodidamente deliciosa». Quiero ir más profundo, degustar cada partícula mentirosa de esos labios que sonríen a otros
ño -musita antes d
e lo que ella estaba di
lla. ¿Cómo se atreve? Deja que estos sujetos la ahoguen en falsos elogios, con prome
agua, se sostiene del lavabo como si fuera a caerse. Me aproximo, la respiración es agitada e irregular, su perfil dela
sco te do
a mirada asustadiza en mí como si fuera un borrego y yo la bes
Eres tú... -suspira, n
era Joseph? Lame
de enojo en su voz-. No deseo que s
tu papel de santurrona. Ya sé lo que ere
nd... Deja de molest
rojes a los braz
co mis dedos sobre su barbilla, la obligo a levantarlo. Los ojos castaños q
, no deseo nada con ni
te c
Edmond, ¿cuál es tu afán? ¿Por qué
somos, Simone. No te permito que prefieras
n dejarla ir a pesar de sus intentos de apartarme. Muerdo su labio inferior, lo estiro, me deleito
entiras, hueles a jazm
o por qué te aferras a esta cua
n ti que me resulta familiar, extraño, que
, Edmond? Ape
rigüe -rozo mi nariz con la de ell
te, busco contestación a lo que esta mujer me hace sentir. Es absurdo que me tome tantas molestias con ella, solo es la madre por contrato de mi hija, con la que no debería tener ningún tipo
era tomarme con calma, disfrutarme como yo lo hago. Se lo permito, lento y profundo nuestras bocas se engullen, mis manos se aferran a su cintura ella pasa los brazos sobre mi cuell
didas, las pupilas esconden deseo debajo de la vergüenza que exponen, parece una adolescente enamorada; no
iar de opinión, Si
nd. No vuelvas a acercarte a mí nunca más; no de e
sarla, esta vez en frente de todas las personas que nos rodeen; y no es lo correcto; no;
bo de un sorbo. Gísele viene a mí con pasos rápidos. Está furiosa,
! Vas detrás de esa perra,
reguntas. Una, te vas conmigo para hotel, la otra, me dej
o del club, voy al estacionamiento, esc