ntos que por fin daría a conocer a la luz pública. Seguro estaba, que iba a romper los paradigmas que hasta ese momento, se tejían en torno al objetivo de su experimento. Eso era lo que había
renombre, ir contra corriente. Quería romper con los esquemas que la misma ciencia que él profesaba, había establecido. Quiso el osado
er. Pensó en ellos, pensó en su familia y pensó en él. Sintió odio hacia sí mismo, hacia todo lo que se había propuesto. No estaba aun completamente seguro de lo que había sucedido. En su casa, al salir de la sala de baño, el psiquiatra sintió nuevamente la brisa espeluz
o arrasaran todo. Fue fácil determinar eso ya que, además de los hallazgos en las respectivas autopsias de ley, el objeto utilizado como medio de perpetración; estaba al lado de uno de los cuerpos. Del psiquiatra se desconocía su paradero. Testigos presenciales de la tragedia, d
ivos para ello, más que un miedo irrefrenable. La horda de demonios habían penetrado en él, no había duda al respecto. Ellos lo gritaban a viva voz, lo expresaban al unísono; en perfecto castellano. El jefe policial, amigo suyo desde hacía muchos años, había seguido su investigación; el mismo psiquiatra le había hecho varios comentarios. El hecho de sentir las voces de muchos entes a la vez era aterrante. Lucía el cuerpo del médico, u
e no dejó nada en pie en la casa donde hasta ese día había habitado con su familia. El psiquiatra permanecía ahora en ese claustro, donde nunca daría crédito a lo que había sucedido. La gran colección de libros quedó esparcida, cuando la mesa donde reposaban cayó abruptamente, al momento que él, posado sobre ella; la apartó para quedar balanceándose pendido del cuell
tiempo es eterno. Volví a conciliar el sueño con el temor de volver a seguir sumida en la misma detestable pesadilla. Esta vez me veo en la entrada de una suntuosa mansión, estoy muy elegante, llevo un vestido azul oscuro; el mismo tiene un escote bordado de lentejuelas plateadas y es largo, me llega hasta un poco más arriba de los tobillos. Tengo el cabello
ita por tamaños y colores, haciendo contrate con toda la estancia. La música es excelente y diversa. Hay muchas personas, la mayoría están conformando grupos que departen muy alegres. Las mesas están surtidas con las más variadas clases de licores y excelsos manjares. Me dirijo a la parte de atrás y allí están
y seguí con el helado, disfruté su sabor y también su textura cremosa. El champán lo he dejado para descorcharla posteriormente... Estoy reconfortada y satisfecha, mirando los brindis y la fiesta a mí alreded
hermanos. Desde niño siempre fue muy debilucho y enfermizo, a tal extremo, que antes de los diez años ya le había dado tifus, lechinas, paperas, sarampión y todas aquellas porquerías eruptivas o no, que les daban a los muchachos antes de que llegaran las benditas inmunizaciones. Era así pues, un mu
, al notarlo tan mojigato, "Lencha", su madre; podía comprar los libros que a él tanto le gustaban. Todos los muchachos fueron a la escuela, pero de la educación primaria no pasaron, ya que lo que había en el pueblo no da
o a sus hermanos y en general; a todos los que vivían por esos parajes. La peculiaridad que más sorprendió a su madre siendo aún muy niño, fue el hecho de que manejaba el clima a su entero antojo. Al principio, ella pensó que era un simple juego de un niño fantasioso, tal como
o era muy tenue, pero que luego fue creciendo hasta convertirse en una pequeña tormenta que duró dos horas o algo más, y que obligó a todo el mundo a resguardarse en sus casas. Evidentemente que ni él ni nadie fueron al colegio ni a ninguna otra parte ese día, por lo anegado que
r despabilarlo. De inmediato sintió mucha pena por el animalito, que ya se había alejado como un bólido y lo miraba asustado desde lejos. Pancho también lo miró y con un gesto le conminó a acercarse. El pobre gato, asustado aún como estaba, no se decidía. Sólo movía la cabeza como expresando una duda de si ir hacia él o no. Pancho, c
ube que lo ocultara momentáneamente para que sus rayos no le molestasen. En ocasiones, cuando sentía mucho frío por las noches, se asomaba a la ventana y, haciendo su acostumbrado sonido con sus dedos, de pronto una calidez tenue lo abrazaba todo. De
ar su malestar, un exquisito caldo de pollo. Cuando escuchó esto, Pancho se levantó de inmediato y miró que su madre iba directo al gallinero. No había pasado mucho tiempo, cuando allá venía con un pollo en su haber. El animalito miró a Pancho aterrado. Este a su vez lo miró con un dejo de tristeza. El pollo le suplicó por su vida con aquella mirada lastimera. Pancho imploró a su madre que no mata
había presentado ese fenómeno en un sitio tropical como aquel; pero aun así, a Pancho le pareció lo más natural del mundo. En virtud del asombro de hasta los animales, la nevada duró poco, tuvo algo de temor Pancho ante sus poderes. De todos modos, el jovencito se sintió muy agradable cuando los suaves copos de nieve se d
vantado a fuerza de sacrificio. El padre de familia, apenas llegaba el alba, se adentraba en el campo a trabajar. Tenía sus animalitos, unas cuantas vacas con un toro de una estampa envidiable. Poseía también unas
na tarde con las vacas y las ovejas, que ellas se esforzarían por producir más leche, a cambio de mejoras en sus condiciones de vida. Tomaban mucha agua desde entonces, escogían los mejores brotes en los potreros que est
endo huevos, cada hora uno. No bastaba el extremado esfuerzo de toda la familia, para recoger aquella enorme cantidad de huevos, por lo que prácticamente todo el pueblo ayudaba en aquella asombrosa fecundidad avícola. Con todo el revuelo de cacareos, y
tensa jornada de siembra, el fenomenal muchacho planificó unas lluvias para el riego. Que fuesen abundantes, pero que a su vez no dañaran los cultivos. Que el sol no se ensañara mucho, que no hiciera tanto frío ni tanto calor. En fin, todo salió a pedir de boca, aun, cuando Pancho hubo extendido el dominio de su poder inusitado hasta las plantas. Entre él y ellas acor
naturaleza se doblegara ante él. Llovía o dejaba de hacerlo a su entera disposición. Soplaba el viento o dejaba de hacerlo, solo con un deseo del joven. El ganado y las plantas obedecía
siendo preparado rigurosamente desde hacía mucho tiempo; por un experto que había contratado Jaime para tan apremiante competencia. No había premio en metálico, era solo el honor lo que estaba en juego. Con una mirada amenazante, Pancho conminó al corcel a ganar la carrera so pena de someterlo a unmismo se desbocara. Jaime trató de contener al asustado animal, pero todos sus esfuerzos fueron fallidos, saliendo expelido de manera abrupta. Su cabeza fue a parar contra una enorme roca, quedando muerto en el sitio. Nadie se percató del suceso, sino cuando pasadas las horas, el animal llegó a los
isparo al caballo, matándolo en el acto. Sin decir palabra alguna, giró sobre sus talones y antes de entrar a la casa, viró la mirada al cielo y con el característico chasq
el lugar de una manera asombrosa. Era como si la tierra la hubiese tomado toda de un solo trago. Luego de ello, se pudo observar con sobrado estupor, aquel estropicio de gran magnitud. Animales ahogados
ogados bajo las desenfrenadas aguas que llegaron con la inundación, se dirigieron autómatas, uno tras otro, hasta un desfiladero haciendo un macabro espectáculo de carnes descompuestas, tripas sueltas y excr
nguno de esos animales hizo más que lo que el instinto les dicta a todos ellos. Fue la supervivencia la que les dictaminó, como siempre lo ha hecho y como siempre lo hará, sus pasos en la vida. Jaime hubo comprendido lo que sucedía con el horrorizado animal, por lo que trató de calmarlo; pero el miedo instintivo al reptil ponzoñoso no escuchó razo
rdía. Los consideró, y nadie pudo sacarlo de su error, los únicos causantes de su gran desgracia. Juró venganza y vaya que la tendría. Y no era que podía relacionarse con la naturaleza nada más, era algo que iba más allá. Descubrió a destiempo quizá, que la influencia que tenía sobre ella era preponderante. Solo bastaba un deseo suyo, y en el acto era obedecido por el clima, por los movimientos d
su alrededor. Quería que todo se subyugara ante él, que se hiciera realidad la sempiterna utopía de la prosternación que debería realizar la naturaleza ante el poder del hombre. De esa forma, encerrado en su mutismo supremo, decidió que las fuerzas se situarían a su favor y procedi