img EL REENCUENTRO DE UN GRAN AMOR  /  Capítulo 4 4 | 36.36%
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Historia

Capítulo 4 4

Palabras:3978    |    Actualizado en: 30/10/2024

na actitud impúdica en algún momento del pasado. En verdad, esa mañana había sentido extrañeza de lo sucio que estaban sus ropas y del extraño sabor en su boca; pero le restó importancia. Se si

sposo le brindaron todo el apoyo que necesitó y de ese modo, fue salteada otra dificultad. Pasaron los meses y no volvió a posar

menores del almuerzo y la comida del día. Le gustaba planificar todo para cuidar los mínimos detalles. Por su parte, Américo disponía lo necesario para enfrentar el día a día y encontrar en ese trajinar, el sustento de su familia. Se verían a la hora del almuerzo.

tación de los mismos. Quedó aterrado cuando descubrió lo que nunca más olvidaría. Sus tres hijos estaban cada uno en su cama, sus cuerpos lucían descuartizados. La sangre esparcida por paredes, pisos y muebles, daba un detalle macabro a la escalofriante esc

a y dolor. Lo último que vio Américo, fue a Agustina con sus manos cubiertas de sangre, poseyendo en ellas un enorme puñal con el que lo asesinó. Ella no intentó huir, solo se reía como poseída por el diablo. Sus ojos enrojecidos eran y una respiración Ireneante denunciaba un esfuerzo supremo. Vociferaba una sarta de palabras ininteligibles, como

y solicitada la privación judicial preventiva de libertad. Se trató de un homicidio agravado a todas luces. El Ministerio Público determinó lo siguiente: La primera agravante era la premeditación, porque el acto planeado, concebido, y calculado contiene mayor cantidad de voluntad criminal. En segundo lugar, se tenía que los medios, modos y formas empleadas para lograr mayor impunidad y di

initivo fue Esquizofrenia. Al igual que el caso de Elvis, Agustina presentó la misma enfermedad. Los primeros síntomas de la esquizofrenia generalmente fueron cambios peculiares del comportamiento. Estos síntomas causaron desconcierto y confusión en Américo y los hijos de la pareja. La presencia de estos indicios fue especialmente chocante, para quienes conocían como era ella antes de enfermarse.

amigas. Se sucedieron con escasos días de diferencia un caso del otro. Las personas implicadas en los horrendos crímenes habían sido ejemplos a seguir, de comportamientos probos y creyentes temerosos de Dios. En fin, eran unas coincidencias que reforzaban la tesis que él siempre había

todoxa que la ciencia ha tenido en la modernidad, acerca del origen de las enfermedades mentales. El médico lo hacía por vocación, "ad honores", como un aporte a lo que siempre había considerado, uno de los grandes problemas de la medicina de todos los tiempos. Se estableció una logística extremada

n amado. Era una realidad cruel y detestable, pero realidad al fin de cuentas, y era eso lo que importaba. Elvis miraba en la distancia, como queriendo recibir del todopoderoso, una redención que estaba más que seguro que nunca llegaría. Tenía viva en su mente, la imagen de s

. No bastaba con que la justicia los haya execrado de sus tentáculos. No justificaban de ninguna manera, los graves delitos que habían cometido, pero estaban allí en su mente, así como estuvieron en la mente de Elvis y Agustina; las voces de esos inocentes pidiendo por sus vidas, exclamando gritos aterradores de dolor, demandando piedad. Las voces tanto de

amiento definitivo. Era esa la excusa para una experimentación. Primero se procedió con ella. Resonancias magnéticas, electroencefalogramas, exámenes de laboratorios diversos, examen de su historia familiar y sus antecedentes personales. Se le practicó un minucioso análisis genético, pruebas de esto y de lo otro; en fin, meticulosamente se realizaron en ella, tod

zón, y en virtud de los costos de dichos fármacos y la imposibilidad de costearlos, decidió prescindir de ellos. Igual, los tomara o no, siempre sentía que la sintomatología se presentaba en algunas ocasiones con más intensidad que otras. A principio era como si se nublara su mente y olvidaba todo cuanto le ocurriese. Luego se asociaba a su amnesia, un sentimiento bien sea de superioridad o de inferioridad. Se sentía un miserable o por

lor sentido, el gran duelo y la enorme culpa resultante tras el crimen que había cometido. El psiquiatra lo sometió a un psicoanálisis profundo, con el que intentó llegar al origen de su problema. Hurgar en su pasado, tal como se logra con la hipnosis, para verificar en qué momento en específico del mismo, tuvo lugar el g

a había sentido. Tuvieron que utilizar la fuerza física para controlar aquel ataque descontrolado de furia y de fuerza bruta. Intervinieron seis custodios para controlarlo y lograr medicarlo. Sus facciones cambiaron de tal manera, que parecía otr

os parecían dos bolas de fuego. Todos estaban aterrados. Por más fuertes y enormes que eran los custodios, sucumbían ante el terror que sentían al ver aquella diabólica escena. Durante dos horas, batallaron con aquella figura demoníac

ncia de una posesión diabólica. Solo le faltaba explorar a su otra paciente, que desde que estaba allí, había permanecido asintomática. De presentarse lo mismo en ella, estarían sus armas correctamente dirigidas en torno a sus sospechas, ya no tan infundadas. Estaba a solo unos pasos de descubrir, que en realidad eran las "enfermedades mentales", una posesión demoníac

a estaba aterrada de manera desmedida. Vivía ella un suplicio, ya no era solo el tormento por lo que había hecho con su familia, el rechazo que sentía de todos quienes la miraban con un descomunal desprecio

decuadamente. Los custodios, recelosos, le hicieron un par de advertencias que ya él conocía sobremanera. Minutos después, estaba instalado dentro de la habitación ocupando una silla, mientras ella ocupaba la peq

, en un idioma extraño. Unas gruesas venas se dibujaban en su frente y en su gaznate. Él psiquiatra no le demostró miedo. Al cabo de unos pocos segundos se tornaba frágil y desprotegida nuevamente. Se sucedieron esos cambios sorprendentes, muchas veces a lo largo del proceso. Mientras llevaba a cabo la terap

os. Sentía que el tiempo lo aplastaba lentamente allí encerrado, sin mirar a nada ni a nadie. Lo básico lo realizaba siendo custodiado de manera sorprendente, como si él por si solo; fuese un contingente de delincuentes de alta peligrosidad. Estaban allí esos libros que por lo menos, le hacían sentir, si se puede, que estaba vivo. Sentía una compañía reconfortante cuando apreciaba a Honoré

etía a Hipnosis, los hacía retroceder al pasado, hurgaba en sus yo interno, desdoblaba de manera voluntaria sus personalidades. En fin, esos días se tornaron álgidos, ya que se escuchaban sonidos atroces, voces diversas salidas de una sola garganta. Se observaban levitaciones y actos por demás inexplicables. Sin duda alguna, el diablo estaba presente, decía, y anotaba en sus hojas de registro. Al terminar su trabajo, el psiquiatra se retiraba a su casa, o si era urgido, a examinar algún elemento que se suponía, había actuado bajo el influjo de

e. El tema de sus conversaciones giraban en torno a dementes, trastornados, locos; todas aquellas denominaciones peyorativas que se les decían a las personas con algún padecimiento mental. Ella le escuchaba atenta y en muchas ocasiones, se quedaba con alguna novedad sobre ella y sus hijos que quería comunicarle. Por ejemplo, ese día en específico, cumplían un año más de haber contraído matrimonio. Por

, ya que se presentaban de manera alterna. Cuando cesaban en él, ella era dominada por aquella fuerza descomunal que cambiaba su fisionomía totalmente. La tiraba contra el piso, contra los muebles, la elevaba por los aires y ante la atónita mirada de su compañero de infortunio; se apreciaba en sus ojos, un intenso color rojo como cubiertos totalmente de sangre. Ya tenía el psiquiatra

rativas, los vidrios de las ventanas y los dos cuadros que estaban en la pared. Los estantes donde permanecían ordenadamente varios libros, quedaron hechos un verdadero desastre. Los ojos del psiquiatra brillaron

el día sin comunicarse con nadie. Durante todo ese tiempo de encierro, leyó todos sus apuntes con especial atención, a la vez que hacía otros. En su computador iba clasificando todos los hallazgos, de acuerdo a su orden cronológico. Las coincidencias determinaron que un mismo ente atacaba a ambos seres. Definitivamente, el psiquiatra hubo descubiert

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