en el agua las ahogaremos -excla
¡ayúdame! -Se levantó
os ligeros, dando alaridos de angustia; todavía nuevas hormigas que estaban esparcidas, seguían subiendo por sus cuerpos. Los chicos dejaron de quitarse las hormigas del cuerpo y se enfocaron solo a protegerse los ojos. Al principio, cuando ll
l agua y desesperados, comenzaron a ahogarse al igual que las hormigas que estaban aferradas a ellos. Chapoteaban y movían los brazos, salían burbujas al mismo tiempo que las hormigas ahogadas flotaban hacia la sup
encontrando muchas hormigas muertas y otras heridas. Las que lograron quedarse en la arena del río, contaron cómo los dos humanos se ahogaron, al igual que las
o también debemos estar agradecidos que eliminamos
por nuestra raza y mañana seguiremos las lab
cada uno con la mitad del cuerpo en la arena y la otra mitad en el agua. En sus rostros había dibujadas muecas de terror, dejando a la imaginación muchas hipótesis. Por más que buscaron, no encontraron evidencias contundentes para descubrir lo que les había sucedido. Sus cuerpos tenían infinitas ronchas rojizas, por lo cual conjeturaron que quizá habían comido algo qu
ago que permaneció casi tres décadas perdido en una isla y todo lo que tuvo que aprender para sobrevivir. Pero al fin y al cabo se trata de algo irreal, nacido de una mente fantasiosa y creativa. No sé de alguien real que haya logrado tan asombrosa hazaña, y en tal caso yo tengo diecisiete años y desconozco de selvas, no tengo ni siquiera una navaja; no existe la más remota posibilidad de hacer fuego. Aquí no hay árboles frutales, solo uno de
lentía se acabó cuando me tocó bajar por una especie de barranco húmedo, la tierra está floja y algunos pedazos se desprenden cuando pongo el pie. Otra vez me siento pequeñita y temerosa, planeo minuciosamente donde poner cada pisada para no caerme; sería fatal quebrarme una pierna o un brazo. Prohibido accidentarme, llegado el caso solo me quedaría s
ramas, con él puedo limpiar el camino y avanzar mucho más rápido. Me hace recordar a los ancianos bajando escalas, primero ponen el bordón de forma segura y luego bajan escalón por escalón. Estoy tan agradecida, que me llegó un recogimiento espiritual y pensé que debe ser obra de algún dios que lo c
qué hacer. Así somos los obstinados; cuando nos vamos a estrellar contra el mundo, no hay nada ni nadie que nos detenga. Hablando de testarudos, recuerdo la historia de mi amigo Adolfo. Él se enamoró de una mujer de mala reputación, de esas que solo dejan daños por donde pasan. Estaba mi amigo cautivado por ella y para nadie resulta ser un secreto, que
y cabizbajo. Me dijo que soportó demasiado por salvar el matrimonio y, sobre todo, por el qué dirán; pero al final deseaba mantener las apariencias. Lo escuché y tuve la imprudencia de decirle: "te lo dije", lo que finalmente siempre resultan palabras vacías que en
as fruticas rojas que comen los pájaros. Sé que después me tocará consumir lo que sea, entonces mejor hacerlo desde ya y así evitar debilitarme más. Es roja por fuera, por dentro trae semillas
me perforaran. Me resguardé debajo de un árbol grande y frondoso de ramas y hojas tupidas, las cuales me protegen bastante de la lluvia. Los truenos retumban y hacen eco entre los árboles. Un rayo resplandeciente de co
onmigo, naturaleza, puedes matarme si q
nata y en cortos espacios encontré tramos difíciles, me resbalé en el barro mojado y aunque traigo el bordón, he caído varias veces al suelo. Me he vuelto a ensuciar la ropa. Tengo la mayor parte del cuerpo adolorido y amoratado por las caídas. El hambre si