San Anto
debiera a las miles de personas que llenaban las calles de la ciudad; brincand
brazo; íntegramente emocionado y metiéndolo aún más entre la multitud. Pronto él percibió como el aire comenzó a faltarle, pero pudo respi
char por entre la bulla. Leonidas admiró la carroza que había señ
endo. Y es que nunca fue especial fanático de los festejos, y
, los dos primeros años habían sido inolvidables, pero ese día tan sólo habían asistido su Enigma amigo y él. Sin siquiera un acompañante de
y a su vez, intentar despejar el agobiante aburrimiento de su cuerpo. Cuando miró a todo su alrededor y observó las miles de personas alegres,
increíblemente feliz. Sus manos agitándose hacia arriba mientras se movía al ritmo de la música que sonaba. Parecía gritar cosas a las p
do como las mejillas del joven se prendían y dejaba de hacer su baile improvisado, pareciendo completamente avergonzado. Aquel gesto hizo reír a Leonidas, quien relamiendo sus labios,
lo llam
ue nos vayamos, no me opondré. Digo, no es como si el año entrante no volveremos a venir - se rió, una mueca relajada. Leonidas agradeció intername
das, una voz despreocupada-
abios en una pronunciada sonrisa, moviendo su mano en forma de saludo cuando el omega sintió como lo jalaban de la camisa, y prontamente, Leonidas admiró como una omega asemejaba decirle algo
el omega veía por encima de su hombro, y con una última sonrisa, pareció
ignorado todo aquel momento, sus oj
sculpó el Enigma, cuando ya estuvieron frente al auto de Leonidas. Leonidas
to en sus p
decir verdad... creo que e