s cuando divisó a su madre en el jardín, podando las flores. Sus ojo
regalándole una pronta sonrisa- . Llegas u
e a un lado de ella, y acariciando los pétalos de las preciosas
ave beso en la mejilla del omega, quien prontamen
to emocionado- . ¿Puedo coger
scandalizada, aunque Ryle sabía que aquello no era nada más que broma- . ¿Aca
pie y quitándose la corona que llevaba aque
res - le sonrió, guiñándole un ojo. Ryle entrecerró los suyos, y hacien
iendo a reposar la suave corona sobre su omega cab
o haré,
sonrisa, Ryle se a
on Joel y Darrel, pero definitivamente, amaba hacerlo. Los chicos eran por completo divertidos y lograban h
to crueles, que más que risa, le ocasion
res que adornaba la mesa ratona rodeada por sofás. Sus ojos volviendo a poseer el
ban. Sabía que su madre sería incapaz de obsequiarle alguna de sus flores para hacer coronitas, pero sí podría utilizarlas para hacer bonitos floreros. De ig
sa extendiendo sus mejillas, pensó que su mamá tendría muchas más margaritas d
o ya hacía muchos años había aprendido. Los sutiles tallos enredándose entre sí mientras sus dedos trataban las flores con cuida
violetas que llevaba puesta, dejándola junto a las otras que aún se mantenían, y descansando la nueva sobre su cab
r de su fantasía no fue el maravilloso clima, ni tampoco el delicioso aroma a mar que dejaba el muelle de Carolina del Nort
ente no podía dej
manos. Suspiros enamorados saliendo de sus labios cuando mandó la frustración al dem
mposible. Y él más que nadie
to, aquel grito lo sacó de su maravillosa ensoñación, y cubriendo
ejo. Su mente imaginativa creando una vívida imagen del guapo Alfa, de pie de
Y aunque tuviera que buscar bajo l