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Watergate Hotel, Wash
o lo contrario, todo fue muy lento, muy delicado, saltándose deliberadamente esos puntos que pedían, no ¡maldita sea!, exigían ser atendido, mostrado s
uñidos animales que salían de su boca, amortiguados con mi piel, ante mi roce, en esa parte inflamada y tan sensible de su cuerpo lo hiciera casi parecer más a un animal
rme a los ojos, tuve miedo de que él se detuviera, que todo eso acabara, el ser que yacía en esa cama no era yo, o al menos la Clara que todos conoc
ronco salvaje salió de su boca, que yo amortigüé con la mía, justo en el momento que, de una manera increíblemente rápida, y tras unos movimientos, sentí como el sujetador cedía, y mi
ero al mismo tiempo placentero, tentador, y casi obligatorio, muy probablemente, si ese h
ía gemir y dejarme llevar para aliviar la tensión que me atenazaba, los movimientos de la parte bajan de mi cuerpo fueron claros, bruscos, inquie
de su entrepierna entre mis manos, para mí fue pura curiosidad y algo de sorpresa, era grande, los suficiente para intimidarme, pero no lo suficiente como para apagar mis ganas de tocarlo, de saber qu
ni proteste cuando sus manos cambiaran la dirección hacía el interior de mis muslos, deshaciéndose, de un sólo movimiento, de mis bragas. Era allí donde los quería sentir, seré la virgen más perve
placer que seguro nadie había realizado nunca. Pronto me vi subiendo una cuesta interminable agotadora, y que hacía que mi cuerpo temblara, sentí sus dedos entrar en mi interior, y mis gemidos aumentaron hasta casi desmayarme, pensé que toda acabaría conmigo entrando en el cielo, tras morir de placer,
contrario de lo que esperaba, él se detuvo, como si algo no cuadrara, de pronto comenzó a besarme con placer, mie
umirme?"- pensé mientras perdía poco a poco la noción de mí misma y me dejaba at
dejar de pertenecerte, para pertenecer a otro ser humanos, de la forma más placentera, y la explosión final, esa que nunca antes había s
considerable y merecido dolor de cabeza, todo era muy real, tanto que me fue imposible enfrentarlo, ni siquiera miré su cara para no