llo rojo. La atmósfera cargada de humo hacía juego con las miradas codiciosas de los hombres que llenaba
iones por tu cuenta -el jefe del club, Valentín, golpeó la
contentos. Ya hago suficiente -replicó ella, su voz firme aunque sus manos temblaban de furia contenida. Había
kolai Volkov, sentado en una esquina oscura del club con un vaso de vodka en la mano, no apartó los ojos de ella ni por un momento. Había llegado es
iva, acompañando cada pisada fuerte, cada giro elegante. Sus ojos, oscuros y cargados de tristeza, nunca se encontraron con el público directamente, pero encerraban mundos enteros. Y N
gar, simplemente dio una señal a dos de sus hombres. Lilia, apenas alcanzaba a quitarse los tacones detrás del escena
estas no llegaron, solo gestos para que los siguiera. Después de unos largos instantes de resistencia, entendió que no tení
s ojos azules, casi glaciales, no daban indicios de maldad. En cambio, p
ntó Lilia, cruzándose de braz
la primera vez que él rompía su muro de silencio, y sus pala
brutalidad y por destruir todo lo que tocaba, había vuelto los ojos hacia ella. La responsabilidad de su familia -deudas,
, eres mía -le dijo Nikolai, inclinándose ligeramente hacia ella,
e. Sin embargo, algo en Nikolai le hizo dudar, como si su frialdad escondiera alguna chispa de humanidad todavía intacta.