quietud, pero hoy había algo diferente. El aire, pesado con una sensación inexplicable, la hizo girarse hacia el lado vacío de la cama. No había rastro de Enzo. La ausencia se sentía m
ntro de ella le decía que no era solo una ausencia
e, la joven que la acompañaba durante las ausencias de Enzo, estaba sentada en la mesa, con una taza de café en las manos, mirando pensativa el
nar? -preguntó Rose con esa suavidad habitu
negar que sentía un vacío abrumador. El lugar estaba demasiado callado, incluso para
ía lejos, atrapada entre los recuerdos de los moment
su rostro mientras caminaba por el campo, rodeado de socios que discutían sobre negocios. Sus palabras entraban en sus oídos, pero nada realmente le interesaba.
e pensamientos de Enzo. Estaba claramente interesado en la propuesta, pero Enzo, aunque asintió con la
, en sus ojos había algo más que no podía disimular. La mirada fija, distante. El lugar que oc
imple entretenimiento. Emma, con su cabello rubio y su actitud descarada, caminaba con una sonrisa juguetona. Elizabeth
a que pudiera reemplazar lo que sentía por Amatista. Sin embargo, algo en su pecho comenzó a tensarse aún
stante que estaba todo, lo distante que se había vuelto él mismo. Algo lo arrastró a moverse, y antes de que
onversaciones creaban una atmósfera más íntima. Enzo se sentó en la barra, pidiendo un trago,
el cristal, lo miraban con una mezcla de desafío y curiosidad. No era una mujer común, no se ajustaba a los estereotipos de las que acostumbraba enco
-preguntó con una sonrisa c
lla que lo inquietaba. Por un momento, no respondió, solo la observó fijamente. Había algo
dió Enzo finalmente, alzand
ente cercano como para hacerle sentir su presencia. No era solo su
é si es fascinante o aterrador -dijo ella con una sonrisa enig
pero no lo intimidaban. La mujer, leyendo su silencio, se acerc
surrante. No lo miraba con desesperación, sino con una calma que solo los que real
en su actitud que lo hacía pensar que no era simplemente otra víctima del deseo. En su mente, había una pequeña v
e resistencia se encendió. No buscaba ese
an cortante como siempre, pero esta vez, a
pidamente recuperó su compostura. Se inclinó un poco h
Puede que te guste
él la detuvo con una mano firme sobre su brazo, impidiendo que sus labi
bios con una contundencia que no
r la negativa, se recompuso rápidamente, l
olso y los dejaba sobre la mesa. -Pero no olvides, Enzo... Lo que de
diera reaccionar, la mujer se detuvo en la pue
como tú también tienen miedo
echo, algo hirvió por dentro, pero no se dejó llevar por esa emoción. Caminó hacia la salida sin mirar atrás, su mente ocupada, aunque todavía
lo acompañaba. Era como si el desafío de esa mujer lo hu