un día largo, lleno de recuerdos y emociones intensas que lo mantenían ocupado en su mente. Sin embargo, a pesar de la calma que le ofrecía la mansión, algo persistía en su interior: e
otor parecía calmarlo, y por un br
que no podía apagar. A los pocos minutos, su madre, Alicia, apareció en la cocina con una taza de té en las manos. Siempre había sabido leer a su hijo, y no necesitaba preguntarle para saber que algo no
voz suave y calmada, tratando de capta
esa. Pero Alicia no dejó de observarlo, sabiendo que había algo más que no estaba diciendo. No era la primera vez que veía a su hijo afectado por
entender las situaciones que solo un familiar cercano podría tener. Al entrar en la cocina, no tardó en notar el aire pensativo de En
podía haber algo que Enzo ocultara por mucho tiempo. "¿Hay algo
sar de la broma, Alessandra tenía razón: algo no estaba bien. Pero él, como siempre, no iba a ceder fácilmente. Sonrió con
bemos lo que significa 'ocupado con los negocios', Enzo", dijo con suavidad, pero con una cierta d
tunidad de agregar, "Lo que pasa, hermano, es que ya nos h
gañarlas. "No es una obsesión", replicó, aunque su tono no sonaba tan seguro.
sus palabras. "Es más que eso, Enzo", dijo con calma
ro su voz carecía de la firmeza que normalmente ten
no, bueno. Al menos es un buen cambio. ¿No es así, mamá? Cua
frustración. "No es una obsesión", insistió, aunque sabía que e
o, sintiéndose un poco presionado, decidió salir de la mansión y dirigirse al trabajo. Había una reunión con sus socios que no podía posponer. La rutina de l
aban presentes, junto con un nuevo posible socio: Ethan Wolf, un hombre de mediana edad con un aire elegante y cor
aluando. "Debemos asegurarnos de que la accesibilidad sea la adecuada", dijo, su voz
que lo mantenía distraído, algo que no podía quitarse de la cabeza. La imagen de Amatista, tan inocente y atrapad
ó a bromear sobre el cambio de actitud de Enzo. En su estilo irreverente, comentó: "
o no tenía intención de compartir nada relacionado con Amatista. "So
olvieron más frecuentes. A pesar de la relajación en el ambiente, Enzo no podía dejar de pensar en lo que había hecho. Había contratado a Rose, una mu
s próximos días. Enzo, aunque agradecido por la colaboración, no podía dejar de pensar en lo que había dejado atrás. La mansión, el
jercicio matutino, que consistía en estiramientos y caminatas por el jardín, se dedicó a cuidar de sí misma como siempre lo hacía. Aún
ía más fiel. Mientras pasaba las páginas, su mente no podía evitar divagar hacia Enzo. La imagen de él seguía ahí, fresca
de su "cárcel". Tal vez algún día podría acompañarlo fuera de esas paredes, ver el mundo con él. Aunque sabía que esa
te. No sabía si era el peso de sus pensamientos o la urgencia de sus sentimientos, pero decidió que no pod
s vacíos. El segundo piso estaba en silencio, como siempre, pero en su mente no podía dejar de imaginar cómo se encontraría ella, sumi
manera que hacía que todo pareciera más... cálido. Enzo se detuvo un momento, observándola desde la distancia. Amatista estaba absorta en el libro, pero é
aron, y la expresión en su rostro pasó de sorpresa a una sonrisa amplia que desbordó en algo mucho más vibrante,
bordante, pero también con una intensidad que hizo que Enzo la recibiera de forma más firme, sujetándola contra su cuerpo, sost
susurro grave, una sonrisa apenas contenida en
uave, pero con un dejo de desafío. Sus manos se deslizaron por su torso, buscando una cercanía aún más i
ágil, la levantó del suelo, pero esta vez no fue una acción juguetona. La levantó con firmeza, girándola en el air
día con una mezcla de risas y deseo. "¡Enzo! Suéltame, que no puedo respirar", exclamó, pero su tono delataba una exci
e deseo y advertencia. La sostuvo un instante más, disfrutando de la sensación d
s manos todavía buscando la calidez de su cuerpo. Por un momento, el mundo a
compartiera un secreto. "Estuve con mi madre y mi hermana hoy", dijo, con un
iosidad genuina, aunque sabía que no eran temas que Enzo solía compartir a menudo. A pesar de la distancia emocion
ramente. "Mi madre sigue preocupada por todo, y mi herma
e protegerse de su familia, algo que nunca había terminado de comprender, pero que respetaba. Sin embargo, ese detalle, esa pequeña ventana a su mundo, le de
go de consuelo en su cercanía. Enzo la abrazó de vuelta, sin responder de inmediato, y ambo