entamente, sintiendo el calor de la manta sobre su cuerpo. Abrió los ojos con pereza, su vista aún algo nublada por el sueño, hasta que sus ojos se encontraron con la figura de
mostraba su acostumbrada rutina. Aunque su rostro mostraba una calma aparente, Amatista podía percibir la tensión en su postura,
os, enterrando su rostro en la tela de su camisa, buscando consuelo en su cercanía. Enzo
da de determinación, pero también de una t
tan cerca, de sentir el calor de su cuerpo, la llenaba de una extraña seguridad, p
ahogada en su pecho. No necesit
con una promesa que resonaba en el aire, aunque
ue la palabra "posible" en su boca significaba p
ara mirarla una última vez, ella se quedó de pie en el centro de la habitación, sintiendo cómo el vacío se apoderaba de ella. Enzo se marchó sin vacilar, co
entía como un vacío que nunca lograba llenar. La casa, grande y callada, se llenó de ecos, de esos susurros inv
la casa, una presencia que se deslizaba silenciosa por los pasillos, siempre dispuesta a cumplir con su tarea sin hacer preguntas. A veces, Amatista la miraba desde l
. Había asuntos urgentes que atender, y esa tarde sería crucial para definir el futuro de
aprendido en este mundo, era que todo tenía un precio, y las promesas de hombres como Lorenz
l terreno que Lorenzo había propuesto. Emilio, Paolo, Massimo y Mat
Enzo, estudiando con atención los documentos. - Pero necesitamos verlo de cerca antes
biduría en las palabras de Enzo. Mas
in conocer el terreno. Además, ese tipo tiene una
intió sin hablar. Mateo
gamos sin ver de primera mano, pod
embargo, en el fondo de sus mentes, todos sabían que los negocios de Enzo no solo se tr
la conversación derivaba en temas más triviales. Había algo de camaradería en el aire, una cierta sensación de amistad forjada po
sin pensarlo mucho,
a? - preguntó, sonriendo de manera burlona, sin darse cuenta de
no podría mantener el secreto por mucho tiempo, pero no estaba preparado para hablar sobre ella de esa manera. La "gatita", esa palabra que ni siquiera
en el aire, intentó suavizar la situaci
ntando una mano como si eso fuera suficient
como si necesitara un momento para calmarse. Luego, dejó el vaso con fuerza sobre la mesa y miró a
uiero que dejen de llamarla así. ¿Está claro? Nadie la va a conocer. No quiero que se vea involucrada en esto. No
zo flotaron pesadas en el aire. Ninguno de los socios se a
me prometió que mi recompensa sería ella. Es algo que me pertenece
estaba bromeando, y cualquiera que se atreviera a cruzar esa línea lo pagaría caro. Pero lo que d
mo -dijo, clavando su mirada en el hombre más imprudente de todos -deja de in
alofrío recorrer su espalda. La mirada de Enzo era tan int
u voz implacable-. Somos socios, pero más allá de eso, si alguien se cra él, Amatista era un territorio vedado, y cualquier intento de
"gatita" podría no ser consciente aún de todo lo que estaba en juego, pero él sabía que tenía
arden", les dijo, dejando en el aire una sensación de control absoluto, como si su presencia ya estuviera marcando la pauta del resto del día. Sin más palabras, sal
se dejaban de lado, al menos por unas horas. La pelota viajaba por el césped, los golpes se sucedían con tranquilidad, y los gritos de ánimo que se intercambiaban entre los hombres ayudaban a suavizar la atmósfera. Las palabras de Enzo, aunque aún resonaban en la mente de todos, empezaron a perder su peso mientras la calma del campo de golf los envolvía. Cada uno de los hombres,