o de confianza, había estado inmerso en la planificación de un ambicioso proyecto: la construcción de un c
es del posible terreno que habían escogido. Según las proyecciones, parecía perfect
ra colmo, algunos sectores estaban contaminados. Enzo caminaba con paso firme, pero su mandíbula apretada y la mir
uimos el casino o un parque
na reacción de Enzo, quien simplemente ordenó regresar a la camioneta. La tensión en
ad, pero será complicado sin un
Su mente ya estaba proyectándose hacia el futuro, buscand
y el nerviosismo. Había pasado varios días desde la última visita de Enzo. La rutina de la casa seguía siendo monótona, pero
nzo llegaría en algún momento del día, y ella no podía evitar recordar su último encuentro: el calo
a fue el vestidor. Escogió un vestido de tela suave, de un color que sabía que a él le gustaba, y se aseguró de que su cabello cayera
Enzo querría relajarse después de su largo día. Luego, preparó la sala para que estuviera impecable. Los nervios se
ue el fracaso del terreno seguía siendo una espina en su costado, la idea de volver a la mansión lo tranquilizaba. La
silueta se recortaba contra la luz tenue de la sala, y su sonrisa, tan seductora como cálida,
. La besó con una mezcla de dulzura y firmeza, como si quisiera recorda
-preguntó Amatista con un tono casi tímido, au
ejilla antes de soltarla, pero no antes de
estaba sucediendo, sentía que todo debía ser perfecto. Se dirigió a la cocina y preparó un par de plat
, Enzo extendió u
s, ga
aromáticas proyectaban un cálido resplandor sobre las paredes, y el vapor que asc
nto a la puerta, sus manos descansando suavemente a los lados de su cuerpo. Él notó cada detalle
Enzo con su voz grave, sus palabr
cia por el espacio que los separaba, y levantó las manos hacia los botones de su camisa. Los desabro
untó ella en un susurro, sin de
él, dejando que su chaqueta cayera al suelo antes de tom
bajó la mirada hacia ella y llevó una mano a su rostro, trazando con delicadeza la línea de su mandí
antes de tomar el borde de su vestido. Sus ojos no se apartaron de los de ella mientras des
hizo que Amatista sintiera un calor especial en el pecho-. No sabes cuán
subieron hacia el cuello de Enzo, atrayéndolo hacia o
de acomodarse en la bañera. Le tendió la mano a Amatista, que lo siguió con movimient
aron, y todo lo que necesitaban decirse quedó suspendido en el a
ron círculos lentos en su espalda, mientras sus labios buscaban la piel de su cuello y hombros. L
or las sensaciones. Sus manos encontraron el pecho de Enzo, acariciando con mo
as audible sobre el murmullo del ag
nos hacia su cintura, trazando el contorno de su figura bajo el agua, mientras sus lab
ero con cuidado, mientras sus caricias se volvían más íntimas, más cercanas. Sus dedos entrelazados, sus respiraciones ent
movimientos pausados, deleitándose en cada detalle de su cuerpo, en cada cicatriz que contaba una historia que solo él conocía. Él, en respue
iba más allá del deseo físico. Cada caricia, cada beso, cada susurro era una reaf
ro de su piel. Sus ojos oscuros estaban llenos de algo más que pasión: había devoción, h
lo mientras lo atraía más cerca. Sus nombres escaparon de sus labios en su
a tangible en la habitación. Amatista apoyó su cabeza sobre el pecho de Enzo, escuchando e
nunca -murmuró ella, s
gatita. Siempre
e envolver por la calidez de su cercanía y la promesa
n cuidado, intentando no despertarla, pero Amatista lo sintió
o, amor... -pidió ella con
mento, tentado a ceder. Sin e
a. Tengo una reu
teza en su rostro. Enzo, al notar su expresión,
unos días, t
ara volver a verlo. Mientras él se preparaba para salir, ella lo sig
ue la mansión volvía a quedarse en silencio, pero ese s