ermana Alessandra hacia la salida. Las dos mujeres, impecablemente vestidas, iban a partir hacia el aeropuerto, acompañadas por Roque, el hombre de confianza de Enzo. Era un viaje
r hacia la mansión del campo
Massimo, Emilio, Paolo y Mateo. Todos descendieron con aires de triunfo, portando una botella de whisky como símbolo de celebración. Sus ro
y yo podemos llevar a Alessandra al aeropuerto, hijo. Nos vemos cuando regresemos." Enzo no necesitó mucho convencimiento; sabía que su madre era má
comentarios se volvían cada vez más animados. Era inevitable que surgieran menciones al reciente éxito: el traidor había sido eliminado de manera impecable,
a tu famosa 'gatita', ¿eh?" Las carcajadas resonaron en la habitación. Esta vez, sin embargo, Enzo no reaccionó con el típico ceño fruncido que sol
o este asunto es delicado. Nadie más debe saberlo, ¿entendido? Esto se queda entre mis hombres de confianza, mi madre, Alessandra y ustedes. Ni una palabra más allá de este círculo." Su voz era firm
abitación, se deshizo de la ropa formal y tomó una ducha rápida. El agua caliente recorría su piel mientras su mente volaba hacia Amatista. Podía imaginarla esperándolo, quizás prepara
el comedor. Amatista estaba deslumbrante. Llevaba un vestido negro que caía suavemente sobre su figura, con un escote en la espalda que dejaba entrever su piel clara, adorn
omo si quisiera asegurarse de que estuviera bien. "Llegaste justo a tiempo," dijo, guiándolo hacia la mesa donde había dispuesto una cena cuidadosamente
e sentarse frente a él. Durante la cena, la conversación fluyó con naturalidad, aunque hubo momentos en los que Amatista mencionó sentirse débil y sin energía. Enzo,
ente. Su voz tenía un matiz de vulnerabilidad
iernas. Él comenzó a acariciar su cabello con movimientos lentos y constantes, mientras la miraba con una intensidad que hablaba más que cualquier
o y su expresión cambió de inmediato al escuchar la voz de Roque al otro lado de la línea. "Enzo, atacaron la
rminación. "Refuerza la seguridad aquí y envía hombres a la mansión de Massimo. Yo esta
ró con el ceño fruncido. "¿Te vas? Dijiste que te quedarías conmig
mpleto. "Lo sé, gatita, pero esto es importante. No puedo ignorarlo." Se acercó a ella y tomó su rostro entr
nsión de Massimo, su mente se dividía entre la misión que tenía por delante y la imagen de Amatista, tan frágil, pero a la vez tan fuerte. Sab
a puesto todo su empeño en que esa noche fuera especial, y ahora, todo lo que quedaba era un comedor vacío y un silencio que parecía ensordecedor. El eco de las palabras de Enzo al despedirse aún resonaba en su
los platos vacíos y lo lanzó al suelo. El sonido del cristal al romperse fue casi catártico, liberador. Sin embargo, al mismo tiempo, era
do fue arrancado de la mesa, llevándose consigo copas que cayeron al suelo y se rompieron en mil pedazos. Todo en la sala fue víctima de su
ndencia emocional de Enzo, seguían ahí, tan sólidos como siempre. Se dejó caer en el suelo, rodeada de los restos de su
eocupación. Uno de ellos, más joven y nervioso, miró hacia las escaleras, como si esperara que alguien
didad. "Tenemos órdenes estrictas de no subir al segundo piso a menos que sea absolu
mansión de Massimo, junto a Emilio, Paolo, Mateo y el propio Massimo, quien revisaba los daños sufridos tras el ataque.
n voz firme, atrayendo l
que algo se está rompiendo. Creemos que podría haber un problema," ex
perfectamente lo que estaba ocurriendo. No necesitaba ver para saber que Amatista es
voz calmada pero autoritaria. "Déje
pero finalmente respondió con u
quilibrio perfecto entre resignación y algo que parecía un atisbo de remordimiento.
encontraba la forma de llevar cualquier situación hacia un terreno más l
tar importancia al asunto. Pero en el fondo sabía que esa noche había dejado algo sin resolver. No había duda de que Amatista e
o, por su parte, intentó volver al tema que los reunía. "Bueno, lo important
as hablaban de planes y estrategias, una parte de él seguía atrapada en el segundo piso de la mansión
agotada y sin fuerzas. Se puso de pie lentamente, evitando mirar los destrozos a su alrededor. Cada pedazo roto era un reflejo de cómo s
ndió la ducha y dejó que el vapor llenara la habitación mientras se desvestía lentamente. Cada pren
y lo sabía. Sin embargo, no podía evitar desear que lo hiciera, aunque fuera solo para quedarse a su lado en silencio. Cuando finalmente salió del baño, se
estratégicas, pero su mente no podía evitar regresar al rostro de Amatista. Hab