solo que se actualizo mal. (En realidad, es
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n rato con Narin sin haberle visto nunca. ¿Qué clase de hipócrita era? Su abuela, quién le había enseñado modales y valor
le hizo estremecer y rodearse con los
ija en sus ojos-. Y estás temblando de frío. ¿Por qué no vas de vuelta conmigo al hotel? Pod
l le gustaba mucho. Conseguía reacciones en su cuerpo que nunca había pensado que podría sentir, y se estaba preocupando por ella. No podía creerse que se la había pasado hablando
irada más firme que pudo conseguir. Se arrepentió en cuanto las palabras salieron de su boca,
nesperado. Alistaír hizo un sonido gracios
e le llegó al alma, durante unos instantes sintió una calidez derramarse en su interior,
idad...», se
udo evitar sentir un escalofrío de placer, porque su escrutinio y ese brillo en los
daria», se reprendió a sí misma enojada
mente, aquellas que no consiguieron llamar mi atención lo suficiente para llevármelas a la c
lo. Él le miro los labios y pensó que ahí mismo le suplicaría que la besara... Entonces bajo su mano p
lo que me pasa cuando te veo. Me
ebería estar bien resguardado de los efectos. Sonrió con ironía. No le hubiera sorprendido mucho descubrir que era un hombre casado o con compromisos. Sabía por experiencia que el sagrado sacramento del matrimonio era un aliciente más para muchos hombre
ner que preguntarle a nadie si estaría haciendo lo correcto. Incluso si daba la espalda a todas sus anteriores promesas, estaría consiente, no podía tomarla con la guardia baja ya. Era la clase hombre al que nun
final con toda la vale
es ir a
sensación tan romántica que le daba aquello que veía únicamente en novelas. La dejo en la tumbona donde estaban sus cosas, con lentitud. Esmeralda se estaba agarrando de sus brazos, mirándolo emboba
ascensor. Hizo caso omiso de la mirada de desconcierto que les lanzaba la
úmero de su habit
te, agápi mou. ¿Te parece bie
ta minuto
alzó un
jeres maquillarse, y buscar el atuendo perfect
e él solía frecuentar. Pero ya había tomado su decisión, no hay vuelta at
o me enloquece, prefiero algo casual. Así que no tardo mucho escogiendo, no t
irecta, al contrario, h
ón dió a entender perfectamente lo que querí
tome lo primero que ví y me solté el cabello, no l
haciéndolo, cari
u piso. La acompaño hasta la puerta de su habitación, y
meralda. Vendré por ti en el tiempo a
e todo lo que conocía. En su ciudad natal todo era tan diferente, las relaciones, incluso no recordaba que algún chico le pusiera las piernas hechas gelatinas y casi rogarle que la
Quizás si tan solo se mentalizaba que eso sería algo pasajero, si ya iba con la idea de no esperar nada, eso haría imposible que la tomase por sorpresa cuando ya no quiera
cerrados negros y cepillo su cabello, no quiso maquillarse. Al mirar su reflejo en el espejo, le gustó lo que vió. Tenía unos ojos azules como su abuela Sadie, pero la cabellera castaña y piel apiñonada como su madre. Los buenos genes
de mucha maneras en su círculo del trabajo, y ninguna de esas cosas eran verdad, le daría el beneficio de la duda y descubriría qué tan cierto eran aquellos rumores. Tomó su bolso y se sentó un rato, a la espera de Alistaír. Entre tanto reviso los
a primera vez que notó que tenía un tatuaje en su antebrazo, no pudo observarlo mucho porque la atracción principal era su rostro, lleno de un aura s
ador al acecho de su presa. Contuvo el aliento cuando el se acercó y tomo su rostro en
cintura con las manos, con cierta vergüenza de no hacer lo correcto. Él cerró los ojos y respiro
con tensión y no dudo de sus palabras. Se sonrojo a su pesar, nunca imagino que podrí
regresaba con un Toledo último modelo. Esperaba un Audi o BMW pero aquél era un carro elegante, discreto y moderno. Él le abrió la puerta a Esmeralda, y le cerró la puer
ido con gran atención, quería recordar el camino, quería rec
igatorio ir aunque sea una vez por semana si no estoy o
o miro insegura, con una idea
fueras el magnate de aquí, en mi ciudad había una especie de serie de comedia «La fami
una chispa de humor en sus preciosos ojos. Cuánto le encantó poder crear esa reacción aunque f
va a encantarte, agápi mou -tomo su mano y le dió un apretón, acariciando
relación con él y no nada pasajero, que hiciera todas aquellas cosas por ella y fuera por amor, porque la quería y le importaba hacerla feliz. Entonces se recriminó así misma, recordando su promesa de
as que ciertamente no le parecían del todo así. Pero tenía que andarse con cuidado, re
a "cariño mío". Un
en pa
n en la oscuridad del coche; y Esmeralda se paralizó, con el corazón en un puño, su respiración s
o una ridícula colegiala. Todavía no podía pensar en esas posibilidades, tenía que conocerlo