la noche anterior se dejó cautivar por él, su voz aterciopelada, sus ojos profundos, sus rasgos marcados y varoniles y sus logros profesionales. Quería golpearse
poso Camaro rojo infierno al taller. ¡Al taller en el que ella trabajaba! ¿Qué se creía la bestia esa? Si no lo estuviera tan segura como lo estaba, juraría que él sabía que ella era con quien había corrido la noche anterio
a y cuello, cabellos dorados y tan perfectamente desordenados, ojos azules como zafiros, labios carnosos y apetecibles, facciones marcadas y cuadradas... Oh un estremecimi
esearlo -se gritó y se dio u
la lo odiaba y quería destruirlo. Oh sí, que esperara sentado a que Zeus, Buda, Allah, quien fuera, se apareci
ue estuvo en sus manos saliera del taller en malas condiciones. Ya había quedado en vergüenza
tos. Por todos los motores, ella ya tenía sus veintisiete bien puestos y no era ninguna adolescente con las hormonas alborotadas por un mocoso atractivo. Bien, quizás no era ningún mocoso -Becca creía q
abía ido corriendo hasta su departamento a buscar su coche para llevarlo rápidamente donde ella. No entendía bien por qué pero
mpre, no tenía que hacer el esfuerzo siquiera. En ese sentido, todo era muy fácil para él. Debía ser por eso que esta mujer le atraía tanto, ya que era la primera vez en veintiséis añ
tativa. Conseguir a Becca sería el
s clara de lo qué haría y cuál sería su