mociones que pudieran traducirse como alguna debilidad. Eso le gustó, que no fuera de las que se dejaban intimidar, y le gustó más cuando pareció que le ganó la batalla a los nervios y la mis
omo un verdadero insulto--, así que apártate de mi camino y déjame ha
de veneno que parecía un siseo de la más letal serpiente
le pasó. Se sorprendió aún más cuando sus deseos fueron por otro rumbo, cuando se dio cuenta que anhelaba oír su tono, su voz cuando gimiera por el éxtasis de las caricias que un hombre repartiera por esa piel pálida y que se veía tan suave. Pero la idea de ella retorciéndose de dulce placer bajo el cuerpo de otro hombre lograba que una rabia desc
su nariz y llegara a lo más profundo de él, embriagándolo por completo. Era una mezcla que no sabía identificar -siempre había sido malo reconociendo aromas- pero éste estaba tan equilibrado entre la dulzura y el lado salvaje. Era la esencia perfecta para ella y provocó que él se estremeciera y su cuerpo ardiera en deseo. ¡Cielo santo! En ese mismo momento Jack quería agarrarla por la cintura y apretarla contra sí para luego a
tasía y ahora sí que la mira
ntaminar tu aire como para moverme -dijo él, con la voz más r
na mano en la cintura de ella mientras le sonreía chorreando confianza. Ella se estremeció por el contacto d
n, -dijo Jack- ti
a del cuerpo de Jack y el suyo propio protestó. Se odió por esa reacción indebida y estúpida. Quiso golpearse contra la pared has
nrisa se dio vuelta y se alejó con un andar
se vuelta, con una mano aún en el bolsillo de su pantalón y la otra hac
cautivar por el andar de ese hombre, por dejarse someter a su j