muchas cosas de las que no tienes ni la menor idea. Dexter y yo... -hizo una pausa mientras se observaba las uñas con total tra
rriendo justo el día de su boda, el día que se suponía iba a ser uno de los más felic
a a afectarla económicamente aquel fallecimiento. Por supuesto sabía que su padre había tenido mucho éxito en los negocios; Paolo Acosta siempre había sido un consultor financiero muy ap
había dado en la universidad en la que estudiaba Dexter, y ya allí le
después de que su madre volviera a casarse y su marido se negara a aceptarlo en su casa. A pesar de tantas
e ver a Dexter, cuándo había dejado de ser solo un empleado d
boca. Algo había cambiado dentro de su cuerpo; algo había despertado y la había hecho sonrojarse al percibir el peligro que aquello suponía, el peligro de qu
la volviera de sus recuerdos -. Una mujer de verdad sabría inmediatamente que hay alguien más en su vida. ¿A que ni siq
misma en el espejo. Dexter había insistido en que se pusiera un vestido bastante clásico y de nuevo había dicho que eso era lo que l
ue no te haya llevado a la cama. Cualquiera habría adivinado lo que eso significaba; especialmente tratándose de un hombre tan apasionado como Dexter -añadió sonriendo -.
sufrido durante años. Mujeres a las que encontraba atractivas de un modo que, obviamente, ella no se lo parecía; a ellas la
ro, ¿qué más daban esos diez años? Dentro de nada serían iguales porque serían marido y mujer.. Sintió un escalofrío al pensar aquello. Durante toda su adolescencia había deseado q
a que fuera cauta, que se preguntara por qué Dexter jamás había mencionado el amor en sus con
ación, parecía furiosa y desesperada; pero estaba demasiado debilita