todo esto? ¿Te vas a casar con Dext
ella, bueno, el que lo había sido hasta poco después de la muerte de su padre. Tras aquello Elena había anunciado su decisión de vender
r la casa, cosa que había dejado perpleja a Isabella -. Dice que cuando yo me hice cargo de tratar con los clientes, la empresa
bros en un gesto que ya era característico en ella cada vez que Elena mencionaba a su difunta madre. Siempre sentía el impulso de defender su
letamente segura de que habría tratado a los clientes de pap
idad -. Y Dexter está de acuerdo conmigo en que, durante todos estos años, le has puesto las cosas muy
que a Isabella se le revolviera el estómago, y el resto de la c
complicidad, una complicidad que desde luego no existía entre ellas dos. Isabella solo tenía ganas de dejar de escuchar a Elena
alta, rubia y con muy buena figura. Todo lo contrario que Isabella, que siempre había sido la viva imagen de su madre: bajita, con el pelo negro lleno de rizos indomables y lo
do a los catorce su padre había decidido volver a casarse, Isabella se había convencido a sí misma para aceptar a aquella mujer que se iba a c
hijastra había tenido lugar a los tres meses de llegar a la casa, cuando había anunciado que creía que lo mejor era mandar a Isabella a un internado, en lugar de seguir viviendo allí con ellos y estudiando en el colegio privado que había elegido su madre antes de sucumbir a la terrible enfermedad degenerativa que había acabado por matarla. Entonces había sido Sophia que había in
ella tenía diecisiete años; ahora tenía diecioc
estaba pasando d
rrada su madre estaba esperándola fuera. En la habitación contigua se encontraba el viejo abogado de su padre qu
sepas que él no te quiere?» Su mente volvió a repasar las palabras que
respondió con voz entrecortado -... y qu
e -. Eres tonta, Isabella. Solo hay una razón por la que Dexter quiere
a dirige el negocio -le recordó a su madrastra -. Y sabe
untó con más suavidad -. Vamos, Isabella, ¿no creerás de verdad que Dexter está enamorado de ti? -su tono volvió a rozar la burla -
que contrastaba con la sonrisa triunfante de Elena. Se odió a sí
ecir intentando recuperar el