o volvería a ver su cara ni volvería a sentir sus abrazos. Daba igual que fuera un marido esp
zaba con abrumarla de nuevo. Aunque casi era medianoch
l frío. Una vez allí, se sentó tras el escritorio y dejó que la mullida tapicería de
enas de tomos de medicina, desde el suelo hasta el techo. La pantalla de un ordenador parpadeaba en el tra
allí porque era su habitación privada. Una extraña sensación, muy i
l rincón del escritorio. Esa tarea tan mundana consiguió distraerla de los det
do diez millones de dólares en una carrera de caballos. Tiró el correo basura en la papelera que tenía junt
ro, pero no lo vio. Abrió un cajón y rebuscó en su interior,
una sensación melancólica acrecentaba su tristeza. Seguramente Matthew había metido esas cosas allí. Siemp
al ver su nombre. Cogió el sobre que acababa de abrir. Aunque la dirección a la que iba dirigida era la de la consulta médica de Erick, era evidente que se tr
r la carta con más detenimiento, se dio cuenta de que no e
tal. Cuatro días en coma en la HCM, otros tres antes de que la trasladaran a planta y de
actura un
enc
ay. Volvía a casa tras asistir a una conferencia sobre geología en CCT.
a también estaban mal.
ar la factura en el escritori
ick era muy meticulo
or y revisó las carpetas en
a
édicas a las que estaba suscrito. Ese hombre incluso tenía una carpeta con todas su
an los documentos
uería reconocer. Abrió el tercer cajón de un tirón y respiró aliviada al v
a metido la pata y le había mandado
un trozo de cristal el mes pasado. Una reclamación dental de cuando tuvieron que hacerle un empaste la primavera anterior. Informes médicos del doctor Carlos, e
thew. Nada sobre su estancia en el Hospital central de
Algo separado, marcado como «parto» y «accidente».
momento se dio cuenta de q
urgencia la instaba a seguir. Probó con todas las llaves que encontró, pero ninguna enca
ro de l
intensificando el dolor punzante
do y abrió de un tirón los cajones de su cómoda, rebusc