la llave después de cerrar el cajón. Sus dedos acariciaron las pre
os llaves relucían a la mortecina luz, una más grande que la otra. Regresó
Olvídate de esa ridícula factura. Nada bueno puede sur
rganta. Antes de poder cambiar de idea, giró la llave
antes de volver a sentarse en la silla y secarse el sudor de las manos con las perne
ras. Sacó cada papel por separado para leer las fechas y el contenido. Todos hacían referencia a un
oma casi tres años, no cuatro días. Matthew n
odo el tiempo. La habían llevado al quirófano en silla de ruedas cuando dejó de dilatar. Erick estuvo con ella en cuanto le sacaron a s
os documentos mientras su cabeza se debatía entre lo
na parte de la casa. Erick le había explicado que se debía a
u hijo en brazos. Ninguna dándole el pecho a su hijo. Había creído a Erick cuan
do. Erick bañándolo. Erick dándole de comer sus primeros alimentos sólidos. «¡Dios mío!», pensó. Erick sonriéndole en su primer
Nunca se había planteado otra posibilidad. Se frotó una mano sobre el nudo que t
su palabra. Nunca se le había pasado por la cabez
o puede ser ve
egresó al despacho. Clavó la mirada en la evalu
como resultado de un fuerte traumatismo. Pronóstico: pé
ria permanente.
cayó el alma a los pies al ver la firma de Erick en varios do
, el médico q
marido que supervisara su recuperación. Jamás. Ni en un mi
l cuello hasta empaparle la espalda. Tenía que
er la verdad. Su mente era un hervidero de preguntas y de recuerdos que ya no sabía si eran ciert
caja había una foto. Se le atascó el aliento en la garganta. Con dedos
su espalda. Los árboles brillaban a lo lejos. La cara de la niña le resultaba inquietantemente fam
o, el mismo color... exactamente los mismos ojos
ío! ¡Dio
ndito lugar de su interior supo qu
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que se alojaba. Tras coger el mando a distancia que estaba en la cama, encendió el televisor y s
siempre cantaba cuando estaba satisfecha. Él, al contrario, no estaba de humor para canciones. Lo que de verdad le apetecía era una taza