Una relación de sangre los separa, pero una mentira los unirá. Y el deseo los llevará a pecar, hasta que su amor prohibido sea difícil de ocultar.
El jazz que se escucha en el ambiente mientras los cuerpos se mueven al compas del baile aprendido para la ocasión, hace que las pieles se ericen por el sentimiento de ser trasladados a otra época.
Lucrecia mueve su vestido gris, con tonos azules en los bordes, de un lado a otro mientras ríe con un vaivén de su pecho hacia su mejor amigo. Y la copa que Clarke tiene en la mano se mueve también al ritmo de la música mientras ve bailar a estos desde su mesa.
-¿Más, señor? -inquiere el mesero.
-Sí, por favor -responde el pelirrojo con una sonrisa amable.
El mesero llena su copa de nuevo y Clarke siente los vellos de su nuca erizarse cuando Lucrecia despega la vista de su mejor amigo y sus miradas se encuentran.
Es increíble. Se siente el más enfermo de los seres humanos por desear tenerla encima de él cuando la chica mueve sus hombros al ritmo de la música sin dejar de verlo, como si estuviera invitándolo a bailar, pero el pelirrojo sacude la cabeza. Ella sabe muy bien que él no es de bailar, es más de quedarse sentado y observar.
Clarke es un hombre capaz de enterrar sus sentimientos con él el día en que muera. Y espera que sea pronto porque no soporta ver a la chica vestida así, como no está acostumbrado a verla, luciendo tan fresca y sensual.
-¡Clarke, hijo! -exclama Niall, su tío, mientras se acerca a su mesa-. No bailaste en la celebración por mi victoria, y hoy, un año después, tampoco quieres hacerlo -comenta con pena-. Tu padre sí que estaría sacando a bailar a tu madre, ¡pero mírala! Ella sin duda se ha recuperado.
Clarke sonríe ampliamente al ver a su madre y hermano bailar gustosamente. Sí, sin duda su madre y su hermano han sabido manejar la pérdida.
-Tío Niall... -Clarke termina su copa de vino-. Lo mío no es el baile.
-¿Y las mujeres tampoco? -cuestiona el hombre mayor con una sonrisa cómplice-. Esas mujeres de allá, las hermanas del senador Leigh están locas por ti, seguro lo has notado, ¿por qué no las invitas aquí a tu mesa?
El pelirrojo sacude la cabeza ante la sugerencia de su tío. Se siente incómodo. No es que sea virgen ni un alma sin sentimientos o interés en el sexo, pero se ha mantenido alejado de ello porque sinceramente no tiene tiempo, y tampoco es su prioridad. Es más, hacía exactamente un año que no asistía a una celebración como esta; pues es nada más ni nada menos que el CEO de Simmons Liberty, una joven compañía de turismo que está comenzando a internacionalizarse. Así que en su cabeza no rondan más que personas sonriendo, papeles, números y estadísticas.
Ah, y claro. En su cabeza también danza día y noche la chica hermosa que se acerca con el rostro sudado y los cachetes rojos, evidencia de que no ha parado de bailar desde que llegó.
Lucrecia, su peor pesadilla. Es una chica con una personalidad que ha ido cambiando según su edad. Clarke recuerda que cuando la castaña era más joven solía ser muy ruda, introvertida y calmada, pero desde que Zac -el chico que bailaba con ella-, llegó a su vida, todo cambió.
-Clarke, eres un aburrido de primera -expresa la castaña, tomando asiento a su lado.
El pelirrojo controla los latidos de su corazón poco a poco cuando regula su respiración. Ama verla sudada y con esos cachetes sonrojados. Ama eso más que cualquier otra cosa en el mundo.
-No tienes edad para beber -le dice Niall a la chica, arrebatando la copa de vino de su mano-. Espera tu edad, Lucrecia.
-¡Sí, señor presidente! -exclama ella mientras sacude la cabeza con una sonrisa, puesto que su padre se ha vuelto mucho más exigente con todo desde que ganó la presidencia hace un año-. Clarke, ¿podrías llevarme a casa con Zac? Nuestros pies van a estallar.
-Lucrecia, deja a tu primo tranquilo. Él no es tu chófer, ¡dile a nuestro chófer! -exclama el padre de la chica.
-No te preocupes tío, los llevo con gusto. Además, ya se me hace tarde, mañana tengo una junta y sabes lo importante que son las horas de sueño... -expresa el pelirrojo.
Niall asiente pero no le agrada la idea de que su sobrino siempre haga todo lo que su hija le dice. Pronto se despide de ellos, y cuando la chica, su mejor amigo y Clarke abandonan el palacio Pierhead, el guardaespaldas de la chica también los sigue.
Ya dentro del auto, el mejor amigo de la castaña ríe de repente.
-¿Qué te resulta tan gracioso? -cuestiona Lucrecia desde el asiento del copiloto.
-La gente realmente piensa que somos novios... -le cuenta, y la piel de Clarke quien se mantiene concentrado manejando el auto simplemente se vuelve a erizar-. Solo falta que nos creen un shipp.
-Cuando lo hagan te besaré -bromea la chica hacia su amigo.
Zac ríe y se sonroja, Clarke nota eso desde el retrovisor.
-¡En tus sueños! -expresa el chico.
Lucrecia ríe mientras recuesta la cabeza del descanso del asiento. Su cuerpo se relaja, sus cabellos se pegan a su rostro y cuello sudado, e incluso hay algunas hebras de cabello que tocan la abertura de sus senos. Clarke ha notado todo esto, así que conduce lo más rápido que puede antes de que un problema grande ocurra.
-Clarke... -lo llama ella en un susurro, pero este la ignora, sabiendo que no podrá evitar ver la abertura de sus senos-. ¿Desde cuándo pasaste de ser mi primo favorito al CEO odioso e indiferente? -le cuestiona con frustración.
El pelirrojo ríe con nerviosismo sin dejar de ver la carretera.
-¿Entonces ya no soy tu primo favorito? -inquiere de vuelta con la voz un poco ronca.
Ese detalle hace que los picos de los senos de Lucrecia comiencen a sentirse incomodos con la ropa que los cubre. Se siente demasiado cansada de toda esta situación. Desea a su primo desde que tiene uso de razón. Bueno, al principio solo era demasiado apegada a él, lo admiraba y miraba a escondidas, pero cuando pisó la adolescencia, sus sentimientos comenzaron a cambiar. No lo pudo evitar, tiene sentimientos arrolladores hacia él, y no tiene ni la más mínima esperanza de que eso pase algo más por el simple hecho de que son familia, primos de sangre, un pecado, ¡un amor más que prohibido!
-¡Por todos los cielos! -grita Zac, causando que el tenso ambiente sexual entre los otros cambie de rumbo.
-¿Y ahora qué pasó? -le pregunta la chica.
-¡Alguien nos grabó ese día, Lucrecia!
-¿Qué día?, ¿de qué estás hablando? -cuestiona ella con el corazón en la garganta.
Entonces Zac le extiende el teléfono a la chica mientras Clarke se estaciona de repente porque sabe que la curiosidad lo podría matar. En cuestión de segundos ve el rostro pálido de su prima y el del chico; y al ésta no querer mostrarle lo que ve, el pelirrojo busca su teléfono para teclear el nombre de Lucrecia Owen en Googli.
Muchos anuncios aparecen, pero el más reciente es el de la chica esta noche bailando con su mejor amigo, y al lado de esa fotografía otra que parece de hace unos cuatro años, donde ella está vestida de la mujer maravilla con un traje tontamente sexy. Sin embargo, ese no es el problema. El problema es que hay un video de ella misma ese día con una máscara en una marcha de la comunidad lgbt dándose un beso apasionado con el mismo Zac; y después de que el beso se termina, ésta alza la bandera de colores al aire, con orgullo.
-Lucrecia... -empieza a hablar Clarke en tono severo-. ¡¿Qué cojones es esto?!
La chica intenta excusarse, quiere explicarle que esto pasó hace años por el éxtasis de alguna droga que se atrevió a probar, pero entonces la respuesta de su mejor amigo deja a Clarke con la boca abierta y el corazón frío por la sorpresa.
-¡Lucrecia y yo somos novios! -exclama Zac, pensando en un plan que podría romper su amistad con la hija del presidente.
Zac sabe claramente los sentimientos de Lucrecia hacia el pelirrojo, pero no es capaz de percibir los sentimientos de éste, y tiene el presentimiento de que con esta mentira, podrán descubrir la verdad.
Y no está para nada lejos de estar en lo correcto.
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