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Vincet, está acostumbrado a tener una vida libre, con mujeres por doquier, pero sin nada estable. Prefiere enfocar su atención en su posición de Ceo y relajar en las noches de placer. Solo no se imaginó que su ex se aparecería en la puerta de su apartamento tras 20 años, diciéndole que cuide a su hija de 21 años. Y aunque lo quiera negar esta chica... es una brutal tentación. Más que cualquier mujer que se ha cruzado en su camino. Alicia, a pesar de estar en una beca de tres idiomas ha sido mostrada al mundo como alguien con retraso mental, por lo que a su edad tiene que tener un tutor. Debido a esto madre al tener que salir de viaje la deja con un hombre que ella no conoce, pero que... tiene mucho dinero. Y su madre le ha dejado una encomienda, una muy vergonzosa pero que quizás sea la única forma de encontrar su libertad. O quizás las cosas no les salgan a ninguno de los dos cuando además de vivir juntos terminan trabajando juntos. A pesar de que hayan 13 años de diferencia entre ellos. Novela escrita en colaboración con Bibi Li
Había que ser realmente valiente para llamar desde la entrada a las 12 de la noche cuando él había tenido uno de los días más agitados de su vida. Vincet Regal chasqueó la lengua y restregó su rostro en la almohada. El sonido del teléfono de la entrada al edificio no paraba de insistir y eso era solo señal que quien fuera que estuviera abajo no se iría.
-Maldición- murmuró aún sin abrir los ojos y agarró su celular que lo tenía anclado al teléfono.
Lentamente alzó sus párpados mirando el número para confirmar que fuera ese y descolgó en altavoz.
-Más vale que sea algo urgente porque no estoy de humor- después de casi 72 horas sin dormir debido a un viaje de trabajo y más de tres contratos cerrados lo menos que deseaba era que alguien perturbara su tranquilidad.
-Perdón señor Regal, pero dos mujeres lo están buscando aquí abajo. Una de ellas insiste en que es una buena amiga de usted, pero su nombre no está dentro de los contactos que usted ha dejado aquí abajo- respondió el custodio de la entrada.
-Dígale que soy su exnovia- Vincet pudo oír a lo lejos.
¿Ex? Bueno, estaba bastante dormido para pensar, pero de esas había tenido muchas. Las mujeres en su vida eran como el vino. Se probaba, se disfrutaba el momento y después a seguir el camino. No quería tener algo que lo atara, ya su vida laborar era bastante extenuante como para tener que estar cumpliendo los caprichos caros de una mujer. Acaso se pensaban que el dinero caía del cielo, no, él lo trabajaba muy duro.
-No sé quién es. Que se vayan, voy a colgar.
-Espere- el custodio parecía muy nervioso- Ella dice que es algo importante, que recuerde la deuda que usted tiene con ella. Que es mejor que las reciba.
El ceño de Vincet se frunció notablemente. Acaso lo estaban chantajeando. ¿Quién demonios se atrevía a eso? ¿Deuda? No recordaba tener alguna...
-Déjalas pasar- dijo con la voz ronca y los dientes apretados. Acto seguido colgó y arrojó el celular en la cama de mala manera haciendo que este rebotara.
Vincet chasqueó la lengua mientras se sentaba y echaba para atrás el flequillo negro y lacio hacia atrás. Se imaginó que era una de sus tantas ex queriendo chantajearlo, pero él... como que ya sabía cómo quitárselas de arriba, después de todo no regalaba información de su vida privada en los cortos momentos que estaba con ellas o sus aventuras.
Le gustaba ser libre, ya el trabajo administraba todo su tiempo, si quisiera compañía tendría una mascota y no, no la tenía.
Se levantó y se dirigió al baño donde se lavó el rostro. Al alzar la cabeza mostrando su semblante húmedo pudo notar ligeras ojeras, así como líneas rojas en sus orbes que hacía que el azul de sus ojos fuera más potente. Estaba mortalmente agotado. Y ahora en vez de estar durmiendo tenía que atender a una molesta princesita. O más bien... a dos.
Pocos minutos después, mientras tomaba agua en la cocina escuchó el timbre de la entrada y una sonrisa sínica apreció en su rostro. No tenía mucha paciencia para tratar con quien fuera por lo que no se había tomado el momento para cambiarse de ropa. Así que cuando abrió solo tenía el pantalón holgado de dormir a la altura de la cadera y una bata larga a juego que ni siquiera se había tomado la molestia de abrochar. Todo el torso marcado debido a los años de entrenamiento matutino constante quedó a la vista de la mujer que apareció frente a él y donde sus ojos primero lo recorrieron antes de llegar a su rostro.
Rostro que mostró una expresión contrariada.
-Tú- soltó en notable asombro.
Liliana había insistido lo suficiente para ser recibida, era una mujer acostumbrada a lograr lo que quería, y esa noche no sería la excepción. No se iría de allí sin lograr su cometido, por lo que una vez que le dieron luz verde para subir por el ascensor agarró fuertemente de la muñeca a la joven detrás de ella y la jaló, sin cuidar que enterraba sus largas uñas rojas la piel de la muchacha.
Cuando las puertas se cerraron Liliana soltó un suspiro y se acomodó su cabello color marrón en el reflejo de la puerta, así como ver que el maquillaje estaba en su lugar. Las capas de base y polvo para esconder cualquier imperfecto hacía que su cutis se viera mucho más joven de su edad real.
Miró por el reflejo a la chica de detrás.
-Cambia ese rostro, no es como si te fuera a prostituir a cualquier hombre. Mira donde vive, de seguro está forrado en dinero- entrecerró los ojos- Ya sabes lo que tienes que hacer Alicia, no vayas a replicarme cuando estemos ahí adentro, o sabes bien lo que puede ocurrir- le dijo la mujer en tono de advertencia antes de que las puertas del elevador se volvieran a abrir en el último piso del edificio residencial.
La joven que tenía la cabeza gacha la miró por el rabillo del ojo y apretó los labios, mas no dijo ni una sola palabra. Su muñeca palpitando y sobre todo sus palmas ardían allí donde sus propias uñas habían rasgado su piel en desaprobación. Lo más sensato sería negarse, sin embargo, ella no tenía esa opción.
En el pasillo al que ingresaron con alfombra en el suelo, y grandes ventanales solo había una puerta al final. Era todo un apartamento para ese piso.
-Así que el cabrón tiene más dinero del que me imaginaba- Liliana soltó un gemido -Bueno hace falta que esta vez me ayude y me pague lo que me debe- y comenzó a tocar repetidas veces el timbre sin considerar la hora que era. Ya sabía que el dueño de aquello estaba despierto.
Y no pasó mucho cuando la puerta se abrió dejando ver a un hombre completamente diferente al que ella recordaba, mucho más alto, desarrollado y atractivo de lo que tenía en su cabeza.
Es que desde la última vez que se habían visto habían pasado 20 años. Si 20 años.
-Tú- la expresión de asombro por parte de él, en su voz fue notable. La diferencia es que ella aparte de dejarse crecer un poco más el cabello y el maquillaje no había cambiado mucho, seguía siendo delgada, su altura promedio de un metro sesenta y rasgos suaves, aunque sus orbes oscuros eran tenaces.
-Ha pasado mucho tiempo Vincet, pero por fin pude encontrarte- ella enderezó su espalda e hizo gala de sus dotes con las que había conquistado a quien se le había puesto delante, uno de ellos era el hombre que estaba allí- Necesito tu ayuda.
Al momento Vincet frunció la frente y su mirada pasó de la mujer a la más joven que estaba detrás de ella, aunque no lo tomo mucha atención. Era como si esta no destacara a diferencia de la que estaba más cercana a él. Como si fueran polos opuestos.
-No sé realmente que quieras decirme después de tantos años. No se vengas a pedir dinero, no lo regalo porque no me sobra- sus palabras fueron secas y directas. Sabía muy bien que cuando ascendiera en ganancias las ratas comenzarían a rodearlo.
-Déjame pasar y lo hablaremos entre los dos, más bien, entre los tres- la mujer insistió sin intenciones de retirarse- Créeme que no es tu dinero lo que busco.
Vincet cruzó los brazos sobre su pecho obstaculizando la entrada a su apartamento.
No sabía que pretendía Liliana, aunque tenía claro que debía tener cuidado con ella. Era una mujer más inteligente de lo que aparentaba. Y ese rostro nunca lo olvidaría, solo la mujer a lo largo de la historia había sido capaz de engañarle su propia cara y esa era Liliana. Eso sin contar que había sido capaz de esconder un embarazo, y de que tenía una hija, incluso de él.
Cuando ellos habían conocido apenas él tenía 14 años, eran muy jóvenes y había pecado de ingenuo ante las provocaciones de una chica dos años mayor que él que ya tenía descendencia y que además tenía mucho mundo recorrido. Ahora no era ese chiquillo estúpido y no tenía la menor intención de dejarse manipular por la mujer.
O eso era lo que él creía.
Y lo que más se preguntaba... qué papel jugaba la joven detrás de Liliana.
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