ia
club predilecto de mi fa
ales lo convertían en el favorito de la élite. Además de que
os eso c
feroces y llenos de tensión. Me había costado sangre, sudor y lágrimas
la vida complicada que vino después, quizá habría intentado hacer
imaginarios al aire. La empuñadura encajaba
cidida a retener
e disputaba la victoria contra Cristina Alberti. La mujer que al
uién tenemos aquí, a la
rusco que me obligó a girar. Antes de reaccionar, me empujó
í estaba la misma Cristina. Con una acti
e grité, todavía intentando proc
enas éramos conocidas de vista, pero no fue difícil
a robarte a mi homb
ome girar la cara. El ardor que dejó no era nada compa
amente para armar semejante escena. Me encendió m
o imbé
puño. Pero ya suficiente lástima me da vert
sfuerzo y levantó la mano otra vez, pero esta vez
emente impulsiva y estoy sacando pacien
scompuesto por la ira- ¡Te metiste con Sebastian! ¡Éramos felice
astian Bellucci siempre había
l ¿No te parece? Nadie se mete donde no lo dejan
ella no se lo merecía. Ni yo misma
él, ¿verdad?! ¡Conozco a las de tu clase
idad tan ma
e la chispa qu
os extendidos en un intento frenético d
ites cedieron. En ese instante, Dante de Luca apa
l aliento, Ivanno llegó a mi l
e habían hecho la vida imposible en la escuel
r la prometida de su amigo les
La voz de Sebastian resonó en el
eando con Dante, con su furia intacta y ese
con esa zorra sin darme explicaciones
ras Sebastian, soltó
vas a acercarte a Ar
ristina pareció congelarse por un momento. La furia en
dida cuando el altavoz
ita Alberti, al campo. Em
e, pero sabía que esta guer
do, será mejor qu
ario con un tono neutral, casi aburrido. Apenas lo
y no de una man
podía detenerme a reclamar ni a desahogarme con nadie; llegar tarde a un partido
comodó su ropa y salió en busca de sus herrami
on quietos, observándome con a
clavando mi mirada en é
ensa, cargada de ira contenida-. Cuando todo est
gesto de falsa inocenc
lemas! -bromeó Dante,
acia el campo sin mirar atrás, ignorando el
a cancha. Ello no me hizo sentir alivio ni orgullo, solo un crec
o en su parte del campo, como si nada hubiera pasado. Co
brar todas, mald
fuerza. A partir de ese momento, dejé q
lsividad, que borraba cualquier rastro de sentido común cuando estaba furio
ento ambos estaban e
imero. La vi moverse con precisión y determi
escifrar su estilo de juego. Gané varios puntos al comienzo, estos me asegurab
era el momento. Una voz en mi interior,
perra pague por
a pelota salió disparada con tal velocid
eó la pelota con la raqueta, pero el impacto fue tan fuerte que no pud
ios!? -gritó, inc
ena de satisfacción s
urmuré, ajustando mi posic
sus fuerzas para contener mis golpes. Cada tiro era más fuerte, más rápido, más imp
tunidad. Era el moment