ast
y ahí estaba yo, en un auto al lado de
na Luc
amino a comprarle un
a la Lucciano, quien se había deslizado hasta el otro extremo del asiento, mirando fija
taba cómo demonios habíamos ter
, de sus gestos altivos y de su lengua afilada. Pero aquí estábamos
de fotógrafos se encargará de tomar evidencia de que estuvieron allí -n
é a preguntar, pero Arianna me
como si de pronto hubiera comprendido algo
í, que estaría allí para al menos mo
e vieran a mí en medio de un momento de p
on esta loca para buscar un anillo de comp
implemente detuvo el auto a unas calles de la j
sidad de palabras. Ambos ent
mientras sentía la mirada reprobatoria de mi hermano clavada en
tratando con una mujer normal
a joyería y al entrar, una vendedora no
traran la emoción típica de una pareja. Al parece
ial? Puedo mostrarles los que tenemos
er con algún comentario sarc
o, pero elegante -su voz fue
me irr
itrinas con una expresión casi despreocupada, como si estuviera eligiendo un acceso
ndedora nos dio un momento a solas-. Para una mujer qu
no dijo nada. Se limitó a seguir examin
entre nosotros, comenzó a mostrarle varias opc
a Arianna con un anillo en el dedo fingiend
ante, un anillo de oro blanco con un pequeño diamante en el c
reve mirada desafiante, como si estuviera
, entendiéndola pesadez, desapareció entre los mostradores-.
más-. Pero si vamos a hacer esto, al menos hagámosl
n su voz me ca
uién se creía para hablarme co
rda que esto no significa nada para mí. Y en cuanto se
utable, pero pude ver un destello de desafío en sus ojos. Sab
-preguntó la vendedora, rompiendo el
mirarla, deseando acabar con
miré a Arianna una última vez, con u
tira, y la idea de tener que pasar un año fing
ecía que este maldito juego no ib