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El odio que se profesaban Sebastian y Arianna era intenso, hasta que un día comprendieron que solo se odia aquello que se desea con fervor.
Sebastian
-Te tengo una sorpresa -anunció papá con esa sonrisa pícara y la chispa cómplice en sus ojos.
De repente Cristina Alberti apareció y se sentó frente a mí.
"Por favor, que esto sea una broma... por favor."
Supliqué en silencio, pero la mirada de despreocupación fingida de mi hermano Enzo me devolvió de golpe a la realidad, como una bofetada invisible.
Sentí un temblor recorrerme las manos ocultas bajo la mesa.
-¡Familia! -exclamó mi padre, poniéndose de pie, como si fuera una ocasión solemne-. Es un placer contar con la compañía de los Alberti en esta cena especial.
Ni siquiera estaba vestido a la altura del evento. Mientras todos traían traje y corbata, yo me había presentado con unos jeans casi nuevos y una sudadera cualquiera.
¡Dios mío! ¡Había despertado de una siesta profunda hacía apenas quince minutos!
-Gracias por la invitación -agregó Valenciano Alberti, líder de esa familia, con una sonrisa complacida-. Para nosotros es un honor compartir este momento tan especial con ustedes.
Sentí la mirada de Cristina fija en mí, con esa sonrisa coqueta que solo hacía que quisiera desaparecer.
Entonces mi padre soltó la bomba.
-Y es por eso que estamos reunidos hoy. Es un honor tenerlos aquí para pedir con el mayor respeto la mano de su hija mayor, Cristina.
"Mierda, mierda, mierda..."
La palabra rebotaba en mi mente, una y otra vez, mientras la realidad me asfixiaba. Me quedé inmóvil, congelado e incapaz de procesar lo que estaba oyendo.
De repente, la conversación que había tenido con Enzo la semana pasada irrumpió en mi mente, clara y brutal.
"Todos saben de ese compromiso menos tú. Te tomarán por sorpresa porque eres el más tonto, influenciable e inocente de la familia. Despierta ya."
-¿La mano de mi hija? -preguntó Valenciano, fingiendo sorpresa con una actuación ridículamente mala.
Sabía que tenía una salida. Enzo me la había dado, pero no le había prestado suficiente atención hasta ese momento.
-Sí. Queremos que nuestro Sebastian se una en matrimonio con tu querida Cristina -sentenció mi padre.
Fue en ese preciso momento en el que la imagen perfecta de mi familia en mi cabeza, se derrumbó por completo.
Enzo me lanzó una mirada ladeada, como si secretamente estuviera diciéndome: "Te lo dije" .
O tal vez solo esperando ver si aceptaría sumiso o me atrevía a unirme a su plan.
-Pues... No lo sé. ¿Qué dice Sebastian? -preguntó Valenciano, ofreciéndome una falsa elección como un golpe bajo.
"Solo tienes diez segundos para decidir, Sebastian. Esto definirá tu futuro."
Inspiré profundamente y tomé una decisión, algo que nunca había hecho antes en mi vida:
Desafiar a mi propia familia.
-Lo siento -dije, y todas las miradas se clavaron en mí-. No sabía que esta cena sería para esto.
-Sebastian... -llamó mi padre, con una advertencia implícita en su tono.
-Yo... Estoy enamorado de alguien más.
Los ojos de mi padre se abrieron en un asombro incrédulo. Mi madre se llevó una mano a la boca, horrorizada. Y Enzo, en cambio, dejó escapar una sonrisa apenas perceptible, como si hubiera estado esperando ese momento.
-¿Qué? -pronunció mi padre, aún en shock.
-Perdonen, no sabía que la cena era para esto. Así que debo decir que estoy enamorado de Arianna Lucciano.
Y desde ese instante, todo se desmoronó.
Mi vida se convirtió en una vorágine después de pronunciar ese nombre.
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