solía hacer cada vez que volvía al lugar donde la mantenía. Le llamaba su refugio, su pequeño santuario, pero ella sabía que detrás de esas palabras había una única in
él descansaban los platos, cubiertos y copas de cristal. Había puesto flores en el centro, velas que esparcían una luz tenue y suave, y al lado de s
detalles elegantes en encaje. El largo de la falda era perfecto, lo suficiente para insinuar sin mostrar demasiado. Se maquilló con cuidado, resaltand
ntimiento. Él la llamaba "gatita" con un tono que combinaba afecto y posesión, un apodo que ella aceptaba con una mezcla de sumisión y orgullo. El
a palabra se quedó grabada en ella. Enzo Bourth la había hecho suya en más de un sentido, y
una mezcla de emoción y un nerviosismo familiar que siempre surgía cuando él llegaba después de una ausencia prolongada. No quería que él notara e
seria y voz ronca, que aún en su cansancio y expresión severa no dejaba de ser encantador y seductor. Su mirada la recorrió desde los pies hasta la cabe
le gustaba verla siempre serena, siempre encantadora. -Gatita -murmuró él
do el apodo que sabía que a él le gustaba
observar, escuchar, dejar que el momento hablara por sí solo. La comida, que había preparado con tanto cuidado, parecía gustarle, y eso la hizo sentir sati
ntó él al fin, con ese tono bajo y pr
o la había reclamado como suya, ella había entendido que cualquier defecto o fallo en ella no era aceptable, y aunque eso a veces la hacía se
preguntarle algo, manteniendo la voz sua
detalles, y ella lo sabía. Su mundo era uno que la mayoría del tiempo esta
poco más de él, insistió suavement
, y ella supo que había cruzado un límite. Antes de que él pudiera decir algo, Amatista adoptó u
ue todo esté bien. -Su voz se tornó un susurro seductor,
zó. Con una leve sonrisa, tomó su mano, apretándola con suavidad. La fascinación que se
que estoy aquí contigo
bsesión que era tanto dulce como peligrosa. Era suya, y él la veía como la pieza prometida que siempre había deseado, la recompensa que su padre le había augu
ando aire, le hizo una propuesta. -¿Te gustaría un baño, am
si la oferta lo sorprendiera. Pero después de un m
y el agua caliente esperándolo. Enzo comenzó a quitarse la camisa, y ella, tomando un poco de valor, se acercó para ayudarlo, deslizando
ojos, ella comenzó a acariciar sus hombros y su pecho bajo el agua. Sentía el calor de su piel, la du
ojos, él murmu
rozaran su mejilla en un beso suave. -Estoy en mi perio
más, y la besó, un beso profundo, intenso, que la hizo perderse por completo en él. Sentía cómo su respiraci
a alrededor de ellos. El agua, las velas, el silencio de la noche... todo parecía desaparecer
n acariciaban su pecho bajo el agua, trazando pequeños círculos con las yemas de sus dedos, sin dejar de mirarlo con esa devoción que era solo para él. Enzo suspiró y le dedicó una sonr
te vestido que había usado para la cena y se deslizó en su pijama suave, de tonos claros. La inti
ñando la habitación de tonos suaves y relajantes. Amatista se acomodó bajo las sábanas, y Enzo, después de apagar las luces, se acostó junto a ella. Sin
gatita...
ás cerca, dejando que sus cuerpos se entrelazaran, rodeada por sus brazos y su posesión absoluta. La noche avanzó, y juntos, enredados en la