co
entregaba la carpeta con los documentos que
quedé mirando durante unos segundos, sin decir nada, solo obser
e familiar cosquilleo en la espalda que me recorría cad
co
desde que me encerré ap
romiso fallida. Pasé semanas en coma después de lo que o
orpes y descoordinados. Cada paso que daba me recordaba lo
las tareas más simples parecieran insuperables. Pero más que el dolor físico, lo qu
o por lástima. Lo hice porque sabía que no quería que nadie me viera así de vulnerable. Sabía que,
stras diferentes empresas, los lugares donde se cerr
o la de Bianca. Siempre había mantenido su privacidad intacta, incl
añadido otro lugar más a mi lis
hecho sentir vivo otra vez. Algo en ella despertaba partes de mí que había enterrado hace años, y eso me aterraba tanto como
.. -La voz de Renata interrumpió mis pensamientos, y el so
brusco, queriendo cerrar la conve
volví hacia la puerta de la cocina, dispuesto a dejar atrás su mole
nera en que siempre intentaba acercarse a mí, como si creyera que, de alguna manera, podría entrar en mi mund
-preguntó, estirando una m
por encima del hombro. Solté un bufido, lleno de desdén, ant
ué insiste
ar, pero sabía la verdad. Lo único que quería de mí era mi dinero y el poder que venía con mi nombre. Era
amás lo
voz baja y gélida. No tenía tiempo para sus
orio. Me acerqué a las pantallas que ocupaban una gran pa
ue ya sospechaba: teníamos un traidor dentro de uno de nuestros clubes.
genes de mis clubes. Pero esta traición era algo que no podía manejar desde
fueron breves y directas. No había tiempo para perder en convers
bservando desde lejos. Era el momento de volver a tomar e
a alguien que no temiera ensuciarse las m
ápidamente y me metí bajo la ducha. El agua fría golpeó mi piel con fuerza, haciéndome estremecer, pe
arme en otra cosa, no podía evitar cerrar los ojos
ldado al mío como si hubiera sido hecho para encajar perfectamente. Su calor,
una y otra vez a ese momento en la cocina, al breve instante en que el mundo había dejado de exi
la pared de la ducha mientras con la otra mano agarraba mi
rdando como había lamido sus labios, como me miraba, pr
é los ojos y los dientes, trabajando
y los rastros de lo que había hecho se perdi
ue debía mantenerme alejado de ella. Pero, al mismo tiempo, sabía que
un movimiento brusco, sintiendo el frío d
traje a medida. El Volpe estaba de vuel
tivamente hacia las pantallas. No podía evitarlo, era una esp
as diferentes cámaras que tenía bajo mi control, hasta que
ón se me aceleró de golpe, y sentí cómo una oleada de calor me recorría desde el e
movimiento de simple incomodidad o cansancio. No,