co
a en la entrada, su motor ronroneaba suavemente, prepar
ía sucedido en la habitación de Valentina que se
ar esos pensamientos, por mantenerme enfocado en lo que
o mi piel, pero había otras prioridades
error podía costarte la vida. Ya
l asiento trasero, mi mirada se cruzó con la de
ue solo alguien que lo conocía bien podría interpretar. No era la
do allí cuando me hundí en la oscuridad de mi habitación, vigil
r, él no necesitaba decir una p
e devolví la mirada, una que no necesitaba de palabras para expre
con su tono grave y med
e verlo. No necesitábamos grandes demostraciones. Nos ent
baja. Había aprendido a mantener
sus ojos seguían fijos en la
stá en el club, en la parte
hos lugares exclusivos que Palermo ofrecía a qu
las paredes, y clientes que venían en busca de lujos y
para uno de nuestros tantos negocios, uno de los más importantes: tráfico tecnología de alta gam
más íntimo había cometido el error de traicion
e errores no
por un momento. Necesitaba enfocarme, dejar de lado l
a solo por el negocio, lo podía sentir en su s
todo estaría bajo control. Siempre
elegante entrada con sus cortinas de terciopelo
e alguien que había hecho esto demasiadas veces antes. Se ase
esta hora tenía una atmósfera densa, cargada de s
club, Lorenzo a mi lado como
lgunos me miraban sorprendidos, otros asustados, como si ver al Volpe fue
persona, las cosas no iban bien
l bullicio de la música, el alcohol derramado y los
temperatura descendió de golpe, todos los que
arados frente a mí escritorio. Podía ver la tensión en sus hom
finitamente ma
ación de que todos tenían un secreto que tem
n, observando cómo todos inclinaban la cabeza en un
rutando del poder qu
o sus rostros mientras sacaba mi arma y la
so hacia atrás, casi de manera indetectable, pero lo
os cob
e. Disfrutaba del malestar que causaba en ellos, todos eran traidores de una
ominio, y ell
ientras mis dedos acariciaban el arma con una fami
consuelo. Todo lo contrario, solo gener
alle, disfrutando del momento. Era hermosa, una extensión
-murmuré, casi para mí mismo, mientras mis
incip
la mujer que había logrado encender algo en mí que creía que ya n
aprichosa cuando
sonó en la habitación insonorizada. El hombre que recibió el balazo en la pierna s
os pálidos por el miedo. Pero mis ojos seguían fijos en el hombre en e
z baja. Di un paso hacia él, viendo como sus pa
-jadeó entre sollozos, su cuerpo
stura, pero sabía que no te
o, esta vez en
tro se contorsionó aún más en una mueca de dolor mientras se retorcía en
adora, mi voz apenas un susurro en c
ncia era
a traición. No me detendría hasta t