, doblándose de dolor antes
e haberle estampado el dorso de su pie dere
n sus dos amigas, cerca de la barra de ese club que visitaba con frecuencia los
entras gruñía, quejándose de dolor, y se sentó a horcajadas sobre él; o más bien, sobre su amiguito agonizante. Comenzó
con las manos, apretando al mismo tiempo las piernas en un intento de esconder sus
sin entender que mis pompis no se tocan! -repetía ella una y otra v
aba librarse de sus puños en cada acometida que le daba, hasta que por fortuna, alguien la sujetó
la reprimía con fuerza intentando calmar a la fiera en la q
eando y gruñendo de rabia hacia el chico que intentaba
se para darle una patada en los testículos al desgraciado que se atrevió a ofenderla; sin embargo, ese mismo desgraciado resultó ileso, cuando por casualidad, Jimmy estaba pasand
os de Salomé habían dejado pulsaciones dolorosas, mientras la miraba con
us mejillas se hizo presente nuevamente, poco a poco, a medida que su respiración también empezaba a normalizarse. Miraba con confusión a Jimmy y a
s quién lo hizo? -cuestionó con
a no estaba allí; había tenido tiempo suficiente para escapar del lu
aste sobre este chico, huyó de inmediato. Sayda y yo quisimos advertirte que le diste al equivocado, pero no nos escuchabas. -L
e pequeña?, ¿espinaca con ají? -Jimmy parecía querer asesinarla con la mirada mientras trataba de organizarse la ropa arrugada-. Debería
la vuelta y salir, seguido de su amigo que se encontraba a las espaldas de la chic
ub; luego se llevó las manos a la cara y pasó los dedos entre su cabello liso, llevándolo hacia atrás, mientras se
rto temor, como si en realidad fuera una loca que escapó de un psiquiátrico y en cualquier
e yacía colgada sobre el sillón, dónde había estado bebiendo hace un rato con sus amig
tomaba las decisiones de las tres, daba consejos y
ntrol total de su vida, ya que de ello dependía el futuro de la empresa, que era el sustento de los pocos integrantes que quedaban en su familia. Los padres de Salomé pensaron que al ser una chica de veintiséis años, (la cual a veces parecía
mente a la casa de Salomé, sin siquiera pronunciar
e cuando estaba tan enojada y mucho menos mencionar el tema que la llevó a estar en ese estado. Debido a esto, el silencio reinó h
a sus amigas. Las tres caminaron por el jardín interior de la casa, y en la puerta principal, la líder del grupo hizo lo mismo, con la dife
da por ella misma; presionó sus labios contra este como si estuviera dando un beso, encendiendo la luz ver
ió la nevera y bebió agua directamente de la jarra; lo hizo tan rápido que un par de chorros se esc
ara tomar aire, al sentir el agua helada, resbalando por
ray al notar que el líquido bendito ha
o par de chorros de agua fría se colaba entre sus pechos, hasta que, al meditar sobre la pregunta de su amiga,
tando de contener la risa, mientras dejaba la jarra de agua so
ejando escapar también una carcajada que llev
s! -No podía contener su risa divertida, mientras hablaba tratando de justificarse ante su propia c
ener hijos preciosos si tú no hubieras hecho tortilla con sus
u rostro se quedó impregnado en su memoria como un tatuaje, aunque no supo si fue por la expresión de dolor y enojo que él tenía hacia ella, o p
firmar que necesitaba internarse en un psiquiátrico. Al recordar esa horrible fra
uñeco de p
tan suave y tersa que parecía la de un bebé, pero nuevamente alejó los pensa
se marcharon y se disponía a ir a la cama para dormir, esos ojos color miel volvieron a hacer prese
eía y era tan común en la gente, la h
contemplar en ese hombre, cuando lo tenía debajo de ella, recibiendo sus puñetazos y jaloneos de cabello; si
aliada, en la cual, según le había explicado su tía, se enterarí