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Imagina un juego donde el premio es una fortuna multimillonaria, pero el precio de perderlo todo es tu futuro. Isabella Meyer acaba de ser lanzada a ese escenario. Su abuelo, el implacable Sr. Meyer, ha decidido que ella y su arrogante primo James compitan por el control del negocio familiar. Dos años, dos equipos, una sola regla: solo uno ganará. El otro será despedido y olvidado.
David tomó mi cara con ambas manos y aplastó sus labios contra los míos, besándome. Abrí la boca y su legua se deslizó dentro. El beso fue áspero y húmedo. La respiración era un problema, pero no parecía importarnos. El beso era áspero, húmedo, y cada movimiento de sus labios y lengua enviaba escalofríos por mi espalda. La respiración se volvió un lujo, un segundo plano frente a la abrumadora sensación de su boca sobre la mía. Hombre, sabía bien, como una mezcla de café y algo indescriptiblemente suyo.
-No puedes huir, Isabella- susurró contra mis labios, su voz ronca y cargada de una advertencia que hacía que mi estómago se revolviera.
Sin decir una palabra, soltó mis muñecas y echó hacia atrás. Rápidamente, agarró mi cintura y me dio la vuelta, tirando de mí hacia arriba, poniéndome sobre mis codos y rodillas. Colocándome como me quería. Manos ásperas rasgaron el botón y la cremallera de mis pantalones. Bajó mis vaqueros y mi locamente cara tanga, con su cuerpo suspendido sobre el mío. Sus manos acariciaron mi trasero. Los dientes se arrastraron sobre la sensible piel de una de las nalgas, justo encima del tatuaje de su nombre. Una mano se deslizó debajo para acunar mi sexo. La presión de sus dedos me tenía viendo estrellas. Cuando comenzaron a acariciarme, trabajándome más fuerte, no pude contener mi gemido. Me mordió en el trasero, dejando una fuerte sensación de ardor. Jadeé.
-No creo que amigos que son solo amigos hagan estas cosas.
Un dedo se deslizó dentro de mí. No lo suficiente, maldita sea. Deslizó un segundo dedo, estirándome un poco. Una vez, dos veces, lentamente bombeando dentro de mí. Empujé contra su mano, necesitando más. Luego vino el sonido del cajón de la mesita de noche abriéndose mientras buscaba un condón. Sus dedos se deslizaron fuera de mí y la pérdida fue insoportable. Oí su cremallera siendo bajada, el movimiento de la ropa y el crujido de un envoltorio. Después su polla presionando contra mí, frotando mi apertura.
Doce horas antes.
David se preparaba para su primer día en Enterprise Motors. Cuando recibió la llamada para unirse a un nuevo equipo en una división emergente, no podía creer su suerte. Enterprise Motors no era cualquier empresa: era un gigante en construcción y desarrollo farmacéutico, y él, recién graduado, había logrado entrar.
Sin darse cuenta, chocó con alguien. Al levantar la vista, reconoció a Isabella Meyer. Habían sido compañeros en la universidad y competidores acérrimos.
-¿Qué demonios haces aquí? -preguntaron al unísono, sus voces chocando como espadas.
Ella lo miró con desdén, revisó su reloj y siguió caminando hacia los ascensores.
-No tengo tiempo que perder hoy -murmuró, pero él lo escuchó.
David la siguió, notando los cambios en su apariencia. Ya no era la chica de jeans desgastados y buzos holgados. Ahora llevaba un traje de sastre impecable que resaltaba cada curva. Nunca se había dado cuenta de que tenía una cintura tan pequeña.
Al llegar al piso 23, las personas comenzaron a saludarla con respeto. Isabella caminaba con la seguridad de quien sabe que tiene el control. David, sin entender por qué, la siguió.
-¿Cuánto llevas trabajando aquí? -preguntó, intentando romper el hielo.
Ella se detuvo y lo miró con una ceja levantada.
-¿Por qué estás en este piso? -susurró, fría como el acero.
-Recursos humanos me envió esta información -respondió él, mostrándole su celular-. No sabía que también te habían contratado.
-¿Recursos humanos? -repitió, confundida-. Debe haber un error.
-No, James me contrató en persona.
El nombre hizo que los ojos de Isabella se abrieran de par en par.
-¿James Meyer? -preguntó, casi sin voz.
-Sí, el nieto del dueño. Hizo las entrevistas y me seleccionó personalmente.
-¿Por qué me sorprende? -murmuró, con una mezcla de desilusión y fastidio.
James era un egocéntrico y narcisista de primera. Solo se rodeaba de personas que compartieran su filosofía de vida: usar a los demás para sus propios fines. Isabella y él nunca habían sido cercanos, y ahora entendía por qué Isabella lo despreciaba tanto.
-James está en el piso 22. Puedes ir a verlo si quieres -dijo ella, con una sonrisa sarcástica.
En ese momento, un hombre mayor se acercó.
-Me alegra que ya se estén llevando bien -dijo, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos-. Vamos a la sala de reuniones. Ya están las otras dos personas del equipo.
-¿De qué hablas? -preguntó Isabella, frunciendo el ceño.
-Tu abuelo cree que, al comenzar una nueva división, necesitan aprender a lidiar con toda clase de personas. Por eso decidió intercambiar al personal que cada uno seleccionó.
-¿Estás diciendo que tendré que trabajar con quienes eligió James? -preguntó, incrédula.
El hombre sonrió, divertido.
-Si les hubiéramos dicho algo, habrían hecho trampa. Por eso no les avisamos. Ahora, vamos. Debes conocer al resto del equipo.
David tragó saliva. Su mente procesó la información a toda velocidad: Isabella era nieta del dueño de la empresa. Prima de James. Él la había menospreciado durante años, sacando a relucir el dinero de su familia como si fuera un trofeo. Ahora, ella lo tenía justo donde quería: bajo su mando.
Cuando entraron en la sala de juntas, vieron a una mujer rubia con un vestido ajustado y una mirada que se iluminó al ver el Rolex de David. A su lado, un hombre con anillos de oro en los dedos se levantó para saludar al tesorero por su nombre, con una sonrisa que gritaba "listillo".
-Bueno, ahora que estamos todos reunidos -comenzó el tesorero-, tengo un par de anuncios. Represento los intereses del señor Meyer, y él quiere darles una cordial bienvenida. Pero confía en que su querida nieta, Isabella, les hará sentirse como en casa.
Ella bufó y se sentó, cruzando los brazos.
-Entiendo que algunos de ustedes tienen una estrecha relación con James -continuó el tesorero-. Ya sea como amigos o pareja. Por eso queríamos que tuvieran un ambiente más imparcial.
Isabella maldijo por lo bajo. James había hecho trampa en el proceso de selección para ayudar a sus amigos, en vez de tomarse la situación en serio. Típico de ese cabrón.
-La señorita Isabella está al frente de la nueva división de robótica -anunció el tesorero-. Esperamos que le brinden todo su apoyo.
Los murmullos llenaron la sala, y David sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Esto iba a ser mucho más complicado de lo que había imaginado.
Hubo un golpe en la puerta y en cuanto se abrió todos se quedaron en silencio sorprendidos.
-¿Cuánto tiempo? -escupe Katherine, con los ojos llenos de odio. -No importa -susurra Alexander, con el rostro tenso. -Por supuesto que importa -Lya se pone de pie, con el labio partido temblando, el corazón desbocado, sin importarle que está desnuda-. Porque estoy embarazada. El silencio cae como un trueno en la habitación, haciendo que el aire se vuelva más pesado. Alexander la mira fijamente, frunciendo el ceño, incapaz de creerlo. Katherine jadea, como si le hubieran arrancado el aire de los pulmones. -¿Qué acabas de decir? -murmura él con un tono frío. Lya coloca una mano temblorosa sobre su vientre. Era ahora o nunca. -Voy a tener un hijo tuyo... y es un niño. Katherine se queda inmóvil. Ella y Alexander nunca habían podido concebir. Y ahora, la otra mujer, la amante, le había dado lo único que siempre había deseado. -No... eso no es posible -susurra Katherine, negando la realidad, relajándose visiblemente en los brazos de su esposo. Pero la verdad está justo frente a ella, y el veneno en su mirada se vuelve letal. -Si crees que te dejaré quedártelo... estás equivocada -la voz de Katherine es letal-. No tendrás nada. Lya mira a Alexander, buscando algo... cualquier cosa... pero él solo aparta la mirada. -Vístete y lárgate -fue lo único que dijo.
En un torbellino de pasión y traición, Sebastián Nash, un magnate arrogante pero irresistible, ve su vida perfecta colapsar cuando su affaire con la seductora Catalina sale a la luz, desencadenando una cadena de eventos que amenaza con destruirlo todo. Mientras Sebastián persigue su sueño de paternidad con Catalina, su esposa Karen, una mujer fuerte y decidida, se embarca en una misión para proteger su imperio familiar de las garras de la traición. Catalina, motivada por su oscuro pasado y su insaciable ambición, urde un plan maestro para asegurar su lugar en la alta sociedad, manipulando a Sebastián a su antojo. Pero en medio de la tormenta surge Josh, un apuesto abogado que ofrece a Karen un rayo de esperanza en medio del caos, desatando un torbellino de emociones prohibidas.
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